Cómo se equivocan los inversores

Comparte este post

Cómo se equivocan los inversores

28/03/2014 | Tim Harford – Financial Times Español

Pase las páginas de este prestigioso periódico y a menudo encontrará referencias de cómo van algunas inversiones particulares: el oro sube, el petróleo baja y el S&P 500 apenas se mueve.

Por muy ilustrativo que sea todo esto, esta información despliega un velo sobre lo que podríamos llamar la Tragedia del inversor: al inversor típico no le va tan bien como a la inversión típica.

Esto pasa no solo porque Wall Street y la City de Londres se queden con todo el dinero, aunque ciertamente hay algo de ello. (En 1940, el autor Fred Schwed nos invitó a contemplar los yates de todos los brokers y banqueros anclados junto a Manhattan; el título del libro de Schwed era “¿Dónde están los yates de los clientes?”).

No, la Tragedia del inversor no sería tal tragedia si solo fuera el error de algún otro. El error no está en las estrellas sino en nosotros: ganamos menos que el mercado porque lo estamos haciendo mal.

Nuestra trágica debilidad es que compramos y vendemos muy a menudo. En 2000, Brad Barber y Terrance Odean estudiaron el desempeño del trading de más de 65 mil inversores minoristas que realizan sus operaciones a través de un broker. Estudiando los comienzos de la década de 1990 – días felices para los inversionistas Barber y Odean encontraron que mientras un índice de retorno de los mercados de valores de los EE. UU. era del 17,9 por ciento anual, los inversores que hacían trading de manera activa ganaban solo un 11,4 por ciento al año – un diferencial enorme que se vuelve dramático después de algunos años por el interés compuesto.

Los inversores hiperactivos pagaron corrosivos costos de trading mientras fallaban en mejorar su bajo desempeño inversor. El inversor típico hacía menos trading y lograba un desempeño apenas por debajo del 1,5 por ciento, lo que es un margen sustancial. Los inversores que apenas hacían trading eran recompensados con un desempeño igual al del mercado.

Nuestro segundo y trágico fallo es nuestra tendencia a comprar caro y vender barato. Mis disculpas si todo esto es un poco técnico pero el comprar caro y vender barato no es el objetivo del juego al invertir.

Aquí muestro cómo funciona la auto-decepción. Pones 10.000 $ en el mercado de valores. Pronto se duplica, dejándote con 20.000 $. Estás tan satisfecho de que las cosas marchen tan bien que lo duplicas, poniendo otros 20.000 $ en el mercado. Ahora el merc
ado retrocede a su nivel original.
Lames tus heridas, vendes la mitad de tus valores por 10.000 $. El mercado nuevamente duplica su valor otra vez, dejándote con 10.000 $ en metálico y 20.000 $ en acciones después de invertir un total de 30.000 $. El mercado, después de un viaje tipo montaña rusa, ha subido un 100 por ciento – pero de alguna manera tú no has obtenido un céntimo de ganancia.

El estudio más influyente de este comportamiento fue publicado en la American Economic Review en 2007 por Ilia Dichev, que trabaja ahora en la Universidad Emory. Dichev encontró que los beneficios medidos en dólares eran varios puntos porcentuales menores que los beneficios de comprar y mantener: el mercado se desempeñaba mejor cuando había poca gente en él. Se han llevado a cabo numerosos estudios sobre esta tendencia, y aunque no todos llegan a la misma triste conclusión, muchos sí lo hacen.

El trabajo de Dichev toma sentido a la luz de la investigación sobre psicología de inversiones. Robert Shiller, uno de los más recientes ganadores del premio Nobel de economía, ha encontrado que los mercados de valores a la larga tienden a regresar a valoraciones promedio. Cuando las cosas marchan demasiado bien una burbuja está por estallar, y viceversa.

Mientras tanto, Stefan Nagel y Ulrike Malmendier han descubierto que las ganancias de los mercados de valores durante nuestra formación moldean el comportamiento inversor de toda la vida. Un horrible mercado a la baja asusta a toda un generación de jóvenes inversores, justo cuando se les presenta una oportunidad de compra.

Dos fallos trágicos probablemente son suficientes, pero aquí hay un tercero: Odean también demostró, en 1998, que los inversores tenían una tendencia a vender acciones que habían subido su valor mientras que mantenían inversiones con pérdidas, a pesar de los incentivos fiscales que aconsejaban lo contrario. En la muestra de inversores de Odean, este sesgo hacía que las ganancias de los inversores disminuyeran.

Las explicaciones de estos malos resultados no son difíciles de encontrar. Hacemos trading con demasiada frecuencia porque confiamos mucho en nuestra habilidad para descubrir la oferta más reciente. Compramos caro y vendemos barato porque estamos influenciados por lo que otros están haciendo. Y mantenemos acciones que han disminuido en valor porque venderlas con pérdidas sería admitir una derrota. (De cualquier manera, esas acciones en Lehman Brothers seguramente recuperarán su valor algún día).

Equipados con este diagnóstico, una cura está fácilmente al alcance: hacer regulares y automatizadas inversiones en aburridos fondos low cost e intentar venderlos de la misma aburrida manera.

Desafortunadamente este consejo no se ajusta al mundo moderno. La opción automática de los informes financieros es decirnos cómo se ha desempeñado el mercado durante las horas recientes y cuál es la sensación de los inversionistas. Es difícil pensar en una corriente de periodismo mejor diseñada para crear una mentalidad de manada.

Mientras tanto, nunca ha sido más fácil el manipular nuestra cartera de inversiones. Los proveedores de plataformas de inversión tienen todos los incentivos para hacer de sus páginas web algo parecido a Facebook, constantemente llamando nuestra atención.

Nuestras inversiones serían mucho más sanas en el mercado de valores si fueran como las ya pasadas de moda huchas; del tipo que necesitaban un martillo para abrirlas.

How investors get it wrong

03/28/2014 | Tim Harford – Financial Times English

Flip through the pages of this august newspaper and you will often see reference to how particular investments are doing: gold is up, oil is down and the S&P 500 is going sideways.

Yet illuminating as all this might be, such reporting draws a veil across what we might call the Investor’s Tragedy: that the typical investor doesn’t do nearly as well as the typical investment.

This isn’t just because Wall Street and the City of London cream off all the money, although of course there is something in that. (In 1940, the author Fred Schwed invited us to contemplate the yachts of all the brokers and bankers riding at anchor off downtown Manhattan; the title of Schwed’s book was Where Are the Customers’ Yachts?)

No, the Investor’s Tragedy wouldn’t be much of a tragedy if it was all somebody else’s fault. Alas, the fault is not in our stars but in ourselves: we underperform the market because we’re doing it wrong.

Our first tragic flaw is that we buy and sell too often. In 2000, Brad Barber and Terrance Odean studied the trading performance of more than 65,000 retail investors with accounts at a large discount broker. Looking at the early 1990s – happy days for investors – Barber and Odean found that while an index reflecting US stock markets returned 17.9 per cent a year, the investors who traded most actively earned just 11.4 per cent a year – a huge shortfall that becomes even more dramatic after a few years of compounding.

Hyperactive investors paid corrosive trading costs while failing to improve their underlying investment performance. The typical investor traded less and underperformed by 1.5 per
cent per year, a substantial margin.
The investors who hardly traded at all were rewarded with market-matching investment performance.

Our second tragic flaw is our tendency to buy high and sell low. Apologies if this is all a bit technical but it turns out that buying high and selling low is not the aim of the investment game.

Here’s how the self-deception works. You put $10,000 into the stock market. It promptly doubles, leaving you with $20,000. So pleased are you that things are going well that you double up, putting a further $20,000 into the market. Now the market falls back to its original level. Licking your wounds, you sell half your shares for $10,000. The market promptly doubles again, leaving you holding $10,000 in cash and $20,000 in shares after investing a total of $30,000. The market has, after a rollercoaster ride, risen by 100 per cent – but somehow you haven’t made a penny of profit.

The most influential study of such behaviour was published in the American Economic Review in 2007 by Ilia Dichev, now at Emory University. Dichev found that dollar-weighted returns were several percentage points lower than buy-and-hold returns: the market did better when only a few people were in it. A number of subsequent studies have examined this tendency, and while not all of them reach the same gloomy conclusion, many do.

Dichev’s work makes sense in the light of research on the psychology of investment. Robert Shiller, one of the most recent winners of the Nobel memorial prize in economics, has found that stock markets tend to revert to long-run average valuations. When things are booming a bust is on the way, and vice versa.

Meanwhile Stefan Nagel and Ulrike Malmendier have discovered that stock market returns in our formative years shape a lifetime of investment behaviour. An awful bear market scares a generation of young investors away, just as they are being presented with a buying opportunity.

Two tragic flaws are probably enough but here’s a third: Odean also showed, in 1998, that investors had a tendency to sell shares that had risen in value while holding on to losing investments, despite tax incentives pushing in the opposite direction. In Odean’s sample of investors, this bias pulled down investors’ returns.

Explanations for these shortcomings aren’t hard to find. We trade too often because we’re too confident in our ability to spot the latest bargain. We buy at the top and sell at the bottom because we’re influenced by what others are d
oing.
And we hold on to shares that have fallen in value because to sell them at a loss would be admitting defeat. (Anyway, those shares in Lehman Brothers are sure to bounce back at some point.)

Armed with a diagnosis, a cure is also readily available: make regular, automated investments in boring, low-cost funds and try to sell in a similarly bloodless fashion.

Unfortunately this advice doesn’t really fit the modern world. The default option for financial reporting is to tell us what the market has done in the past few hours and how everyone is feeling about that. It is hard to think of a brand of journalism more calculated to breed a herd mentality.

Meanwhile, it has never been easier to fidget with our investment portfolios. Investment platform providers have every incentive to turn their websites into something like Facebook, constantly poking us for attention.

Our investments would be far healthier in the equity market equivalent of an old-fashioned piggy bank; the sort that needs a hammer to open.

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».

Disfruta de más contenido 

Actualiza tu navegador

Esta versión de tu navegador no permite visualizar correctamente la página. Para que tengas una buena experiencia y mejor seguridad, por favor descarga cualquiera de los siguientes navegadores: Chrome, Edge, Mozilla Firefox