¿Después de 15 años de práctica, por qué somos tan ineptos con el correo electrónico?

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¿Después de 15 años de práctica, por qué somos tan ineptos con el correo electrónico?

10/12/2014 | Lucy Kellaway (Financial Times)

Percibo que han surgido dos nuevas tendencias en los saludos, ambas malas. Las despedidas también están empeorando.
La semana pasada recibí un correo electrónico que decía así. “Queridos colegas, Por favor acompáñenme en la próxima Conversación Global por webcast el 10 de diciembre. Los detalles están en mi blog. Todo lo mejor.”
Era breve y conciso, lo cual estaba bien. Era claro y bastante libre de jerga, lo cual también estaba bien. Sin embargo, me irritó en tres formas diferentes. Para empezar, prefiero un correo electrónico que incluya los datos en vez de una invitación a encontrarlos en otra parte. Aunque a mí me gusta la buena conversación tanto como a cualquiera, la idea de una “Conversación Global” por webcast me resultaba deprimente. Y “Todo lo mejor” está entre las peores de las despedidas de correo electrónico, después de “te deseo lo mejor de lo mejor” y “todo lo mejorcito” – en ese orden.
Dada mi tendencia a encontrar cosas chocantes en el mensaje más anodino y breve, me emocioné la semana pasada cuando vi que alguien tuiteó un artículo de Fast Company sobre las costumbres más fastidiosas de los correos electrónicos.
Algunas me resultaron novedosas. El mayor crimen, decía la revista, era no incluir un número de teléfono en el correo electrónico. Yo nunca revelo mi número móvil a desconocidos por la excelente razón de que no quiero que me llamen. Uno de los aspectos menos fastidiosos del correo electrónico es que es mucho menos molesto que una llamada telefónica.
El artículo también se quejaba de los correos electrónicos que simplemente decían “Gracias”, basado en que tales mensajes desperdician el tiempo de quien los recibe. Esto es pura tontería. Ya que el adulto promedio lee 250 palabras por minuto, seguramente hasta el ejecutivo más enloquecidamente ocupado tiene 0.004 minutos disponibles para leer esta palabra singular y educada.
Pero la mayoría de las cosas irritantes que señalaba el artículo – correos electrónicos demasiado largos, abuso de “contestar a todos”, poner aforismos cursis al pie del mensaje – son cosas con las cuales estoy de acuerdo. También son cosas con las cuales sólo los trastornados estarían en desacuerdo, lo cual plantea una pregunta interesante: ¿si estas cosas son universalmente reconocidas como agravantes, por qué la gente sigue haciéndolas?
Uno de los mayores enigmas del correo electrónico es que a pesar de que hemos pasado varias horas al día por los últimos 15 años usándolo, no damos muestras de mejorar. Aun en los aspectos más básicos, seguimos tan despistados como siempre.
¿Cuál es la forma correcta de comenzar un correo electrónico? Lejos de llegar a un consenso, el caos sobre el saludo sigue empeorándose.
La tensión entre lo formal y lo familiar está lejos de resolverse. En mi bandeja de entrada hay algunos ejemplos de “Querido Sr./Sra.” igual que hay bastantes mensajes que comienzan con “Hola”. La semana pasada mi taller de coches trató de resolver el problema valientemente con un mensaje que comenzaba: “Hola, Srta. Kellaway”.
Percibo que han surgido dos tendencias en los saludos, ambas malas. Una es comenzar los mensajes con “Buenos días” o “Buenas tardes.” Esto irrita, tanto por la falsa cordialidad como porque asume que quien lo recibe está en la misma zona horaria y es tan adicto al correo electrónico que abre todos sus mensajes inmediatamente. La otra es comenzar abruptamente con “Todos”, a lo cual le hace gran falta el “Queridos” que debía precederlo.
Las despedidas están empeorando también. Hay tantos Saludos, Saludos Cordiales y Todo Lo Mejor como siempre, pero hay una nueva tendencia hacia acumular amabilidades, una encima de otra. Recibí un correo electrónico la semana pasada que terminaba, “Espero su respuesta. Muchas gracias y hablemos pronto. Con mis mejores deseos”.
Esto me recuerda al encargado de la tienda de la esquina, quien siempre dice, “Todo lo mejor, nos vemos pronto, saludos, adiós,” cuando se despide un cliente. El inglés es un idioma nuevo para él, y me atrevo a decir que con el tiempo aprenderá a usarlo con desenvoltura. ¿Pero los que escriben correos electrónicos? No luce prometedor.
Aún más molesto que cualquiera de estas cosas es el reciente fenómeno de “notificación de lectura”, el cual exige su permiso para dejarle saber al remitente que uno ha abierto su maldito mensaje. Irritada, siempre hago clic en “Ahora No”, lamentando profundamente que no hay un botón que diga “No se meta en lo que no le importa”.
Dado que el correo electrónico se vuelve más fastidioso con el tiempo, lo alentador es que me irrita menos que antes. Esto puede deberse a la maduración que trae la edad. Pero también hay un elemento de si-no-puedes-ganarles-únete-a-ellos. Los signos de exclamación, que yo antes aborrecía, ahora salpican mis mensajes en un abandono de ¡Grandes noticias! ¡Encantada! Y ¡Bellísimo! No tardarán en aparecer las caritas sonrientes que antes me causaban una terrible repugnancia.
Pero la razón por la cual los correos electrónicos nos fastidian menos es que aunque no nos hemos vuelto más hábiles al escribirlos, hemos mejorado al leerlos. En otras palabras hemos mejorado en no leerlos. Ahora los mensajes fastidiosos apenas nos irritan porque los que logran pasar por nuestros admirables filtros pueden ser despachados al presionar borrar.
Este artículo tiene como origen el Financial Times, estando bajo el Copyright del propio Financial Times.

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