El fin del drama en Washington no es el fin de todos los problemas

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El fin del drama en Washington no es el fin de todos los problemas

16/10/2013 | FxM – Evan Brock Gray

Preocupación, decepción y cansancio. Estas tres palabras describen los sentimientos de muchos estadounidenses (y este editor) sobre su gobierno. Después de más de dos semanas sin un gobierno federal en funcionamiento y en la víspera del día en que se acaban los fondos utilizados por el Tesoro para pagar la deuda nacional, es normal que la gente se sienta preocupada.

A lo mejor algunas personas no tenían que usar ningún tipo de servicio gubernamental durante el primer “shutdown” (cierre) del gobierno en 17 años pero hay que pensar que, a lo peor, sí tenían familiares, amigos o vecinos funcionarios (unos 800.000) que no recibirán más de medio mes de su sueldo a tiempo (si es que lo recibe alguna vez). Los servicios mínimos que proporcionan los funcionarios “esenciales” son precisamente esto: mínimos; no es ninguna broma pensar lo que significa para empleados públicos como, por ejemplo, los policías de ciudades con una alta tasa de violencia y criminalidad.

En referencia al posible (pero improbable) impago de deuda por parte de los EE. UU., para ponerlo en un contexto razonable y manejable para la gente de fuera del mundo de las altas finanzas sólo hay que imaginar cómo te sentirías si algún amigo, conocido o vecino te debía dinero y no te lo pagaba… ¿Ya tienes la palabra en mente? Pues, tal sería la situación si fueras un tenedor de deuda estadounidense nacional (bonos o letras), o un inversor individual/institucional o un país entero, y los EE. UU. fueran el dichoso moroso. ¿Te fiarías de un moroso dos veces? “¡Claro que sí!”, dirían los mercados financieros y otros países, “pero también le cobraría un ojo de la cara junto con los intereses, sobre todo al principio, porque sé que esos tipos siempre vuelven a pedir, ¡muajajajaja!”. Y mientras tanto para el resto de nosotros (que no prestamos dinero a la economía más grande del mundo), sería otra cabeza de Hidra saliendo del cuerpo de la crisis financiera que aún no hemos vencido por completo.

También los estadounidenses nos sentimos decepcionados. Una vez tras otra tenemos una crisis de deuda que nos paraliza. En los últimos tres años ha habido tres crisis sobre el techo de deuda: julio de 2011, Nochevieja de 2012 y (ahora mismo) octubre de 2013. Habrá que dar las gracias porque “se solucionaron” las tres justo a tiempo pero casi siempre con las mismas medidas: retocar algunos gastos federales, aplicar un poco de “contabilidad creativa” por parte del Tesoro y aprobar un simple aumento del límite de deuda. La decepción viene porque parece que esta situación tiene arreglo con el buen consejo para cualquier niño en el colegio: “No dejes los deberes para el último momento. El tiempo se te echará encima y no te saldrá todo tan bien como si empezaras a trabajar ahora.” Lo decepcionante es elegir políticos, con buena fe y dentro de un sistema democrático, que no son capaces de dejar a un lado sus diferencias ideológicas y rivalidades políticas durante solamente el tiempo que tardarían (con nuestra ayuda) en asentar las bases de una sólida y sostenible política presupuestaria y financiera a largo plazo. Verles caer en el mismo bucle una y otra vez es lo que nos causa cansancio.

Seguro que solucionan esta crisis de deuda. Hemos visto esta película tantas veces que nos vamos a quedar dormidos. ¡Pero oye, ponme el despertador a finales de enero de 2014 porque seguro que la van a echar otra vez y no me la quiero perder por si (por fin) cambian el final!

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