El modelo de Solow

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El Premio Nobel de Economía Robert Solow contribuyó hace ya años, y con una formulación matemática impecable, a un salto adelante en la teoría del crecimiento, al hacer ver que si bien es cierto que, en parte, el crecimiento económico depende de la acumulación de capital (máquinas), también lo es que depende, en una parte mucho mayor, de la tecnología.
Traducido en clave de empanada gallega, supongamos que queremos hacer empanadas y que sólo tenemos problemas con dos ingredientes: la harina y la leche. Dado que sabemos que una empanada requiere, más o menos, tres cuartos de harina (de, por ejemplo, la marca “mano de obra”) y un cuarto de leche (de, por ejemplo, la marca “máquinas”), con dichas proporciones nos saldrá una buena empanada. Ahora supongamos que tenemos que hacer muchas empanadas y que da la coincidencia de que tenemos menos harina de la necesaria y más leche de la requerida. Dado que “a falta de pan buenas son tortas”, podemos intentar compensar la falta de harina añadiendo más leche, pero, como sabemos, pasado cierto punto, la cosa se pasa de punto, no funciona: las primeras empanadas no tendrán problemas (habrá crecido, pues, la cantidad de empanadas, por ejemplo, de la marca “Producto Nacional”), pero llegará un momento en el que las nuevas empanadas tendrán demasiada leche y poca harina y no servirán para nada (habremos dejado de crecer).
Pues bien, este es el primer resultado que nos aporta Solow en un artículo de 1956 (“Una contribución a la teoría del crecimiento económico”, publicado en el Quarterly Journal of Economics): que, contra lo que se pensaba hasta entonces, el camino al crecimiento a través de la acumulación de capital (más ahorro, más inversión, más producción y, consecuentemente, crecimiento) es importante, pero que tiene sus límites, ya que a determinados niveles la acumulación de capital no sustituye al trabajo (volviendo a la empanada, pasado cierto nivel, la leche no sustituye a la harina).
Llegados a este punto y bajo el supuesto de que no hay forma de hacerse con más harina, la pregunta que cabe plantearse es si, a pesar de ello, todavía podemos seguir haciendo empanadas (creciendo). La respuesta de Solow es que sí, ya que de alguna manera podemos arreglárnoslas para sustituir el ingrediente que se ha vuelto escaso en términos relativos (la harina de la marca “mano de obra”) por tecnología (por ejemplo, reordenando el proceso productivo de tal manera que se reduzcan notablemente las pérdidas de harina). Hay, pues, una salida: la tecnología en un sentido amplio, que, además, tiene una importancia decisiva.
Así, de acuerdo con los resultados expuestos en su segundo artículo clave sobre este tema (“El cambio técnico y la función de producción agregada”, 1957, Review of Economics and Statistics), la clave del crecimiento esta, justamente, en la tecnología, que se presenta como la variable fundamental para explicar lo que posteriormente se denominó “el residuo de Solow”.

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