El mundo se enfrenta a la era de los acuerdos regionales

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El mundo se enfrenta a la era de los acuerdos regionales

03/12/2013 | Shawn Donnan – Financial Times

Cuando Bob Zoellick se paró frente a una audiencia en la Universidad de Baylor en Texas en octubre para contemplar el legado y el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el ex presidente del Banco Mundial ofreció una visión interesante sobre la historia.

El Sr. Zoellick describió su formación como una estrategia «digna de Bismarck», en referencia a Otto von Bismarck, el astuto político prusiano del siglo XIX y artífice de la unificación alemana.

La oficina de la Representante Comercial de EEUU en ese momento, Clara Hills, «inicialmente no estuvo totalmente de acuerdo con la idea», recordó el Sr. Zoellick, entonces consejero del Departamento de Estado. La razón era simple: los negociadores comerciales estadounidenses estaban demasiado ocupados pensando en un acuerdo global – la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) – para considerar uno puramente regional.

Cómo cambian las cosas. Vaya a Washington en estos días y en lo más alto de la agenda comercial se encuentran dos posibles acuerdos comerciales regionales a los que se les atribuye el poder para impulsar el crecimiento global y tener un golpe estratégico: la Asociación Trans-Pacífica (TPP) entre 12 países – que incluye a los tres miembros del TLCAN – y un acuerdo aún mayor entre la UE y EEUU, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP).

El TLCAN une comercialmente a EEUU, Canadá y México y se firmó por los líderes de los tres países en diciembre de 1992, basándose en negociaciones que se remontan a 1986.

Los ministros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) – que pronto tendrá 160 miembros, cuando se adhiera Yemen – se reunirán en Bali esta semana para su encuentro bienal. Pero la realidad es que ya no están en el centro de la agenda global de negociación comercial, ya que ahora vivimos en una era de mega-regionalismo más que de multilateralismo.

El futuro del TLCAN ya no es realmente acerca de América del Norte, sino acerca un mundo unido por los acuerdos comerciales regionales, con mayores ambiciones y mayor impacto estratégico. En la siguiente década, en el supuesto de que todo salga según lo previsto para los políticos en Washington, la economía global podría muy bien ser una en la que las reglas del comercio han sido regidas por los acuerdos regionales de «alto estándar» como el TPP y TTIP, con América del Norte en el centro de todo y con la OMC como un órgano para dirimir disputas en vez de negociar las reglas.

La consumación de esta visión del futuro dependerá de los acontecimientos en los días venideros.

EEUU y sus socios en el TPP se han fijado el ambicioso objetivo de la negociación de un acuerdo antes de finales de este año, pero siguen habiendo serios obstáculos. Hay también muchas personas que argumentan que, a pesar de la voluntad política disponible en ambos lados del Atlántico, un acuerdo UE-EEUU – que dependerá en gran medida en alinear los regímenes regulatorios – es terriblemente complicado. Así también, potencialmente, otras iniciativas regionales, como un intento de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia entre 10 miembros para convertir sus acuerdos bilaterales con países como China, India y Japón en la base para una comunidad de libre comercio más grande en Asia oriental.

Pero estas iniciativas regionales pueden fallar. También existe la posibilidad de que en Bali los ministros de comercio del mundo inyecten vida a la OMC al aceptar lo que sería el primer acuerdo multilateral de comercio en una generación, al igual que un «mapa» para la estancada Ronda de Doha.

Este año, cuando el Servicio de Investigación del Congreso (CRS), el centro de estudios independiente del Congreso de EEUU, evaluó el impacto económico del TLCAN y ofreció una conclusión aleccionadora. El comercio de EEUU con sus socios del TLCAN, los autores del informe escribieron, se había triplicado desde que el acuerdo entró en vigor, y aumentó más rápidamente que el comercio con el resto del mundo. CRS calculó que entre 1993 y 2012, el comercio total entre EEUU y México había aumentado 506 por ciento, mientras que el comercio entre EEUU y Canadá había crecido 192 por ciento.

No obstante, gran parte de ese crecimiento podría haber sucedido sin el TLCAN, los autores señalaron. Sobre todo porque, durante ese mismo período, el comercio entre EEUU y países no miembros del TLCAN incrementó en un 279 por ciento.

Además, aunque el TLCAN siga siendo una marca tóxica en el ámbito político de EEUU, el CRS encontró que realmente no es ni tan malo ni tan bueno como los críticos y los defensores argumentan. «El TLCAN no causó las enormes pérdidas de empleo temidas por los críticos ni los grandes beneficios económicos previstos por los partidarios,» escribió el CRS. Su efecto global sobre la economía de EEUU parece haber sido relativamente modesto, concluyó.

El sueño de los estudiantes de Bismarck, como el Sr. Zoellick, es realmente uno estratégico: aprovechar el TLCAN y crear un núcleo de América del Norte para la economía mundial que podría rivalizar con las potencias emergentes como China. En su discurso de octubre en Baylor, dijo que hay ocho frentes en los que Canadá, México y EEUU deben seguir avanzando para garantizar que Norteamérica asuma ese papel.

Los socios del TLCAN necesitan trabajar más estrechamente para hacer avanzar una posición unificada en los debates diplomáticos y económicos mundiales, dijo. También podrían cooperar más en la seguridad y ayudarse mutuamente para mejorar la eficacia de sus gobiernos. Pero para mejorar el TLCAN, los socios tienen que actualizar y vincular mejor su infraestructura energética y fronteriza, hacer más para gestionar el capital humano y el tema espinoso de la inmigración, así como cuidar de los recursos ambientales. Canadá y México, los cuales ya están incluidos en las discusiones del TPP, también deberían tener un papel en las negociaciones entre UE-EEUU algún día, sostuvo el Sr. Zoellick, por razones estratégicas claras.

El «peso global de las tres democracias de casi 500 millones de personas» autosuficientes en energía, con una infraestructura integrada, así como con industrias manufactureras y de servicios vinculadas entre sí, y una perspectiva política exterior común sería considerable.

Con esto, América del Norte estaría bien posicionada para competir con los 1.3 mil millones de China, dijo. Ésta es la era del mega-regionalismo. Es también la era del imperativo estratégico en el comercio.

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