Enrique V. Iglesias

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Premio Príncipe de Asturias en Cooperación Internacional 1982 y más de veinte doctorados "honoris causa"

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Biografía

Enrique Valentín Iglesias García (Arancedo, El Franco, Asturias, España; 29 de marzo de 1930), economista, político y escritor uruguayo de origen español. Secretario ejecutivo de la CEPAL (1972-1985), Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay (1985-1988), Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID 1988-2005) y (2005 – 2014) Secretario General de la Secretaría General Iberoamericana.

SEMBLANZA (NO AUTORIZADA)

Quizá porque lleva más de cincuenta años de servicio público a ambos lados del Atlántico, Enrique V. Iglesias es algo así como “La voz de Iberoamérica”.

Aunque uruguayo de los pies a la cabeza, Iglesias nació en Asturias, España, lo que le convierte en el iberoamericano perfecto. Porque siempre se le nota el alma de América Latina y, en ocasiones, como él dice, “a veces me sale el español que llevo dentro”.

Pero Enrique Iglesias es, fundamentalmente, un hombre de mundo: su inquietud, su ansia de conocimiento, su pasión por la vida de los demás lo ha llevado siempre de un lado a otro del Globo.

En una semblanza de folio y medio no se pueden reflejar, porque no caben, sus reconocimientos, sus condecoraciones (entre ellos el “Príncipe de Asturias”) o sus casi veinte doctorados “honoris causa” por universidades de todo el mundo.

Apasionado del multilateralismo, Iglesias es de las personas que más ha trabajado durante toda su vida en, por y para el sistema de Naciones Unidas, sobre todo volcado en América Latina, siempre luchando por la educación, por el crecimiento, por la igualdad, por la justicia social, por la integración regional…

En 2003, el entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan, le nombró miembro de la Comisión de Alto Nivel para evaluar las amenazas a la paz y a la seguridad mundial, así como para la Reforma de la ONU. Y en 2005 volvió a llamarle como experto mundial para el Grupo de Alto Nivel de la Alianza de Civilizaciones.

En Enrique V. Iglesias nos encontramos con un experto economista, un académico, un político, un diplomático, un políglota que habla “cinco idiomas y medio”, y, desde luego, un excelente gestor.

Porque, entre otras muchas labores, ha trabajado como Director de la Unión de Bancos de Uruguay; ha dado clases como profesor de Desarrollo Económico; ha presidido el Banco Central de Uruguay; ha sido Canciller (ministro de Relaciones Exteriores) de la República; ha sido Secretario Ejecutivo de la prestigiosa CEPAL (con sede en Santiago de Chile); ha presidido el Banco Interamericano de Desarrollo (con sede en Washington) durante nada menos que 17 años y, en fin, desde 2005 dirige la Secretaría General Iberoamericana (con sede en Madrid) gracias a la confianza de los Jefes de Estado y de Gobierno de los 22 países miembros de la Comunidad que forman tres países europeos y diecinueve latinoamericanos.

Si se le pregunta por sí mismo, Enrique Iglesias (“No me confundan con el cantante, por favor”) diría más bien poco. Pero no dejaría de mencionar su optimismo casi antropológico frente a los desafíos del mundo. Tampoco olvidaría su gran pasión por la causa iberoamericana. Y como hombre ilustrado, señalaría la gran Ópera como uno de sus grandes amores. Al final acabaría bromeando: “Yo, la verdad, a lo que me dedico es a hablar”.

Y tanto. Sus colaboradores dan fe de que hace una media de diez intervenciones a la semana, entre conferencias, seminarios, jornadas, congresos y reuniones de diverso tipo. La agenda del jefe incluye, casi a diario, un desayuno, una comida y una cena de trabajo, las más de las veces sábados y domingos incluidos. No se puede calcular el número de artículos, colaboraciones literarias y libros que ha escrito en la vida. Pero sus asistentes cuentan que duerme más en un avión que en su propia cama y que hay pocas, muy pocas personas en la Historia que hayan dado más veces que él la vuelta al mundo.

Sin embargo, lo que más aprecian quienes con él trabajan es que este gran personaje es, además y por encima de todo, un hombre cabal y un jefe extremadamente educado al que nadie, jamás, le ha oído levantar la voz. Es, como Antonio Machado, “en el buen sentido de la palabra, bueno”.

ENRIQUE V. IGLESIAS

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