¿Está occidente clínicamente deprimido?

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¿Está occidente clínicamente deprimido?

22/12/2014 | Edward Luce – Financial Times Español

Para algunos, el futuro siempre estará detrás de ellos. Sin embargo, pocas veces tal sensación de melancolía ha cubierto a la mayor parte del mundo occidental al mismo tiempo. Incluso durante esos breves momentos – por ejemplo la estanflación de los 1970 – se desvaneció a la vez que la crisis.

El pesimismo actual es más problemático en dos maneras. La primera, la economía no lo explica del todo. En los EE. UU., que está en su quinto año de recuperación, la proporción de quienes comparten la idea de que sus hijos tendrán un peor futuro es la misma que en la estancada Italia. Esta tendencia antecede a la crisis de 2008. La segunda, el aumento del pesimismo coincide con la más reciente revolución tecnológica occidental. Pocas veces la libertad personal, el credo de occidente, ha sido tan imparable. Sin embargo nuestra melancolía parece profundizarse. ¿Estará occidente distanciándose de la realidad?

Resulta tentador decir que sí. El occidental promedio vive más, está mucho menos afectado por los conflictos bélicos y tiene muchas más opciones que cualquier persona en la historia de la humanidad. Estar vivo y ser libre debería ser un privilegio digno de júbilo. Quizás nuestro encantamiento nos hace ignorar la historia de manera que no apreciamos lo que tenemos. Quizás algo más profundo, la continua distracción tecnológica, ha alterado tanto nuestras redes neuronales que somos incapaces de apreciar lo que está frente a nosotros. O quizás estamos tan acostumbrados a nuestra calidad de vida pública actual que sufrimos la miseria que solo puede provenir del auto-conocimiento. Todas son formas de depresión. Cada una, en una forma u otra, ha sido sugerida como explicación de la melancolía de occidente. Ninguna la entiendo como un diagnóstico fatal.

Una teoría más creíble es atribuir nuestra angustia al progreso de otros. Entre las numerosas encuestas globales sobre actitudes, es sorprendente la constancia del optimismo entre los asiáticos, latinoamericanos y africanos con respecto a los países occidentales. Tiene sentido que gente en China, India y otros países crean que sus hijos tendrán un mejor futuro. ¿Por qué habría de ser de otra forma? La mayoría de la gente de los países en desarrollo empieza con un nivel de vida tan bajo que solo una catástrofe evitaría que mejorara. Pero sería exagerado culpar a esto del pesimismo en los países occidentales. Una economía más globalizada debería ser un beneficio neto para todos. Incluso debería ser halagador. El mundo actual está progresando a imagen de los países desarrollados. A pesar de la China comunista y del presidente ruso Vladimir Putin, no hay un rival ideológico para el capitalismo democrático. Incluso Cuba está dando pasos para alejarse del comunismo.

Entonces ¿Qué es lo que pasa en los países occidentales? La respuesta es seductoramente simple. Nos estamos haciendo viejos. En términos económicos esto significa estancamiento. Japón envejece más rápido que los demás – su crecimiento económico también ha sido más lento durante más tiempo que en cualquier otro país desarrollado. Pero es solo cuestión de grados. Mientras más envejecemos menos ahorramos. Mientras menos ahorramos menos invertimos. Cuanto menos invertimos, más lento es nuestro crecimiento. La tecnología moderna debería darnos la solución, vivimos más tiempo así que deberíamos trabajar más años. Sin embargo la política se atraviesa en el camino.

Mientras menos crecemos más discutimos sobre el presupuesto. Desde España hasta Canadá, los adultos mayores están ganando la guerra fiscal. Francia tiene la tasa de natalidad más alta entre los países europeos. Pero dedica más de sus recursos a los adultos mayores que el promedio europeo. Una de las razones por las que François Hollande fue elegido presidente fue que prometió regresar la edad de jubilación de los 62 a los 60 años. En el Reino Unido George Osborne, ministro de hacienda, ha dejado a las pensiones estatales fuera de las limitaciones en gastos impuestas a las ayudas sociales. En los EE. UU., Medicare y la seguridad social consumen una parte cada vez mayor del presupuesto federal anual. Ningún partido osa tocar la edad de retiro – que está programada para aumentar a un ritmo glacial desde la actual de 65 años.

Mientras más obtiene el “lobby canoso” más se complica nuestro futuro. Esto, a su vez, crea una reacción contra la política normal. En la práctica, esto significa culpar a los inmigrantes. Una de las motivaciones clave del Tea Party en los EE. UU., del Frente Nacional francés y del partido Independentista en el Reino Unido es su tendencia a buscar chivos expiatorios. Ninguno de ellos parece probable que tome el poder. Pero actúan contra aquellos que quieren corregir el declinante ratio trabajador-pensionista. Una parte crucial de la solución es promover la inmigración. Detener esto es parte central de la reacción anti-política. Esto, también, es un premio para la gerontocracia de los países desarrollados.

Hay otros costes además de los fiscales. Alfred Sauvy, el pensador francés que inventó el término “tercer mundo”, temía que
los países occidentales se convirtieran en “una sociedad de gente mayor, viviendo en casas viejas, rumiando viejas ideas”.
Puede haber algo de ello. Es una imagen agradable ver tocar a los Rolling Stones, pero uno no puede dejar de darse cuenta que sus días creativos han quedado atrás. Pero sus seguidores – los baby boomers – siguen obteniendo lo que ellos quieren. En la mejor época de Mick Jagger esto significaba rebelarse contra las costumbres antiguas. Hoy esto significa proteger los nidos de jubilación.

Por supuesto no todos los pensionistas están bien – la desigualdad afecta a todos los grupos de edad. Pero como bloque los baby boomers han estado ganando desde que nacieron. Y parece que mantendrán este ritmo hasta que mueran. Las generaciones que los sucedan pueden no ser tan afortunadas. Las encuestas muestran que los ancianos están tan preocupados acerca de su futuro como cualquier otro grupo de edad. Quizás esto sea por un sentimiento de culpa. Aquí no hay un desorden mental. Si en conjunto los países desarrollados piensan que sus mejores días han terminado, será porque de hecho para muchos sea literalmente cierto.

Is the west clinically depressed?

12/22/2014 | Edward Luce – Financial Times English

To some people, the future will always be behind them. Rarely, however, has such gloom covered most of the western world at the same time. Even during those brief moments – the stagflation of the 1970s, for example – it faded with the crisis.

Today’s pessimism is more troubling in two ways. First, economics does not fully explain it. In the US, which is in its fifth year of recovery, the share of those who think their children will be worse off is the same as stagnant Italy. The trend predates the 2008 meltdown. Second, the rise of miserabilism coincides with the west’s latest technological revolution. Rarely has personal freedom, the west’s creed, been less stoppable. Yet our gloom appears to deepen. Is the west losing its grip on reality?

It would be tempting to say yes. The average westerner lives far longer, is far less affected by war and has vastly greater choice than any people in human history. To be alive and free ought to be a giddy privilege. Perhaps we are so historically ignorant in our bliss that we do not appreciate what we have. Maybe something deeper, the continuous distraction of technology, perhaps, has so altered our neural wiring that we are less capable of appreciating what is under our noses. Or perhaps we are so unimpressed with the quality of public life nowadays, we suffer that misery that can come only from self-knowledge. All are types of depression. Each, in one form or another, has been suggested as an explanation for the west’s gloom. None strike
s me as a killer diagnosis.

A more plausible theory is to blame our angst on the rise of others. Among the many surveys of global attitudes, it is striking how consistently more optimistic Asians, Latin Americans and Africans feel than people in the west. It makes sense that people in China, India and elsewhere feel rosier about their children’s future. How could it be otherwise? Most people in the developing world start from such a low base that only catastrophe could prevent the rise of living standards. But it would be a stretch to blame western pessimism on that. A more global economy ought to be a net benefit to everyone. It should also be flattering. Today’s world is rising very much in the west’s image. Russian President Vladimir Putin and China’s communists notwithstanding, there is no ideological rival to democratic capitalism. Even Cuba is belatedly tiptoeing in from the cold.

What then, is the matter with the west? The answer is beguilingly simple. We are growing older. In economic terms that means secular stagnation. Japan is greying faster than the rest – its economic growth has also been slower for longer than that of any other wealthy country. But it is a matter of degree. The greyer we become, the less we save. The less we save, the less we invest. The less we invest the slower we grow. Modern technology ought to provide the answer, we are living longer so we should be working longer. However, politics stands in the way.

The less we grow, the more we squabble over budgets. From Spain to Canada, the old keep getting the better of the fiscal wars. France has a higher birth rate than most other European countries. But it devotes more than average of its resources to the old. One of the reasons François Hollande was elected president was that he pledged to restore the French retirement age to 60 from 62. In the UK George Osborne, chancellor of the exchequer, has exempted state pensions altogether from the spending cap on welfare. In the US, Medicare and Social Security gobble up a larger share of the federal budget each year. No party dares touch the retirement age – which is set to rise only at a glacial rate from the current level of 65.

The better the “grey lobby” does, the more it shortchanges our future. That, in turn, creates a backlash against politics as usual. In practice, that means blaming immigrants. One of the key drivers of the Tea Party, the National Front in France and the UK Independence party is their tendency to look for scapego
ats.
None is likely to take direct power. But they act as a block on those who can redress the declining worker-pensioner ratio. A crucial part of the remedy is to boost immigration. Stopping that from happening is a core aim of the anti-politics backlash. This, too, is a price of western gerontocracy.

There are other costs besides fiscal. Alfred Sauvy, the French thinker who invented the term “third world”, feared the west would turn into a “a society of old people, living in old houses, ruminating about old ideas”. There may be something to that. Nice though it is to watch the Rolling Stones perform, one cannot help noticing their creative days are over. But their cohort – the baby boomers – are still getting what they want. In Mick Jagger’s heyday, that meant rebelling against old mores. Today that means protecting retirement nests.

Of course, not every pensioner is well off – rising inequality affects all age groups. But as a block the baby boomers have been winning since they were born. They look like keeping that record until they die. The generations after them may not be so lucky. Polls show that the old are as worried about the future as any other age group. Perhaps this comes tinged with guilt. There is no mental disorder here. If the west as a whole thinks its best days are over, it must be related to the fact that for so many it is literally true.

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
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