Gastar y pedir prestado no salvará a la izquierda europea

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Gastar y pedir prestado no salvará a la izquierda europea

05/04/2013 | Philip Stephens – Financial Times Español

La desregulación financiera del capitalismo pereció en la crisis de 2008. La ruptura del consenso de Washington pareció permitir que el centro izquierda europeo rehiciera el equilibrio entre el estado y los mercados. Pero los que enarbolaban la bandera del gobierno ahora se encuentran entre las víctimas de la crisis.

La geografía política europea es básicamente de gobiernos de centro derecha que se enfrentan en algunos puntos a movimientos populistas. En los pocos lugares donde el centro izquierda gobierna está en problemas, en los otros, en su rol de oposición, no parece convencer. Mientras tanto, la nacionalización de la deuda privada debida a la crisis presenta una amenaza letal al apreciado modelo social europeo.

Escucho a los políticos progresistas quejarse de que esto no es justo. ¿Por qué los electores deberían confiar más en los responsables de esta terrible crisis que en aquellos que siempre han creído en los mercados regulados? Para esto hay dos posibles respuestas. La primera es que el centro izquierda estuvo confabulado en el boom crediticio: mientras había dinero para repartir, nadie preguntaba mucho. La segunda, y más importante, es que la respuesta de los progresistas a la crisis no ha sido para nada convincente.

Los socialistas franceses están en el gobierno pero no parecen estar en el poder. François Hollande ya estaba en problemas antes del escándalo por la evasión fiscal en el que está metida su administración. A pesar de esto el presidente no es un izquierdista empecinado. Según los estándares franceses, sus reformas son medio radicales. Pero su victoria electoral fue esencialmente un rechazo a Nicolás Sarkozy. Sin un gran plan por su parte, al Sr. Hollande le ha faltado mostrar esa esquiva pero vital cualidad de líder conocida como “control”. En su lugar, su gobierno ha venido a definirse por un plan para elevar la tasa de impuestos a los ricos en un 75 %.

Al otro lado del Canal, el partido laborista de Ed Milliband parece estar prosperando en la oposición. El Reino Unido tiene un primer ministro Tory sin una clara ambición estratégica a la cabeza de una coalición cuyas políticas económicas se han estancado. La economía sigue sin mejorar y el déficit fiscal pronto será mayor que el de Grecia.

Por todo ello, el liderazgo laborista en las encuestas confunde. A pesar de estar desencantados con la austeridad, los electores muestran poco entusiasmo por un giro hacia la izquierda. En el caso de que el Sr. Milliband gane las elecciones en 2015 – algo posible dados los fracasos en la coalición – pocos en las filas laboristas saben cómo gobernaría.

Se puede encontrar esta confusión a lo largo del continente. En Italia la alianza de izquierda de Pier Luigi Bersani perdió su lugar en el gobierno ante los anarco populistas del Movimiento Cinco Estrellas. En Berlín no he encontrado quien espere que los social demócratas desbanquen a Ángela Merkel en las elecciones alemanas de este otoño. Los electores españoles pueden estar resentidos por la austeridad impuesta por la eurozona, pero el gobierno de Mariano Rajoy está más preocupado por la corrupción que por los socialistas. En Escandinavia, la casa espiritual de la social democracia moderna, ha habido un rápido incremento del populismo anti-inmigrante.

Muchos de estos partidos se reunirán la próxima semana en Copenhague en la conferencia organizada por el más inteligente de los Think Tank progresistas, Policy Network. Sin duda hablarán de austeridad, desigualdad y el crecimiento del populismo de derecha. Nada de esto fructificará si los social demócratas no entienden primero lo que necesitan hacer para recuperar la confianza.

Culpar de todo a los banqueros y cargar contra los recortes en el gasto público tiene impacto en los electores afectados. También es una actividad errada. Olaf Cramme, director de Policy Network, lo dice claro: el centro izquierda está atrapado en una trampa de credibilidad. Es un error confundir la simpatía popular en contra de las políticas de austeridad con apoyo electoral. Por mucho que se resientan de los recortes, los electores son profundamente escépticos acerca de un gran aparato estatal financiado mediante más préstamos.

Mientras el tema sea la deuda y el déficit, el centro derecha llevará la ventaja. El centro izquierda comenzará a reaccionar cuando reconozca los límites que la post crisis impone en el tamaño del gobierno. No todo el gasto público es bueno y no todos los recortes son malos.

El estado de bienestar europeo se construyó basado en el crecimiento. Esto es de lo que los social demócratas deberían hablar. Lo que se necesita, sobre todo, es un plan que vaya más allá del apego a las políticas Keynesianas de estímulo. Las reformas económicas estructurales son mal vistas por el centro izquierda. Pero no debería ser así. Los grandes retos del estado de bienestar, como la competencia global y el envejecimiento poblacional, son estructurales más que cíclicos. Lo mismo serán sus soluciones.

No hay nada de derecha en endurecer las condiciones para obtener prestaciones cuando se combinan con inversiones importantes en capital humano como capacitación y educación. Basta ver a los escandinavos. Elevar la edad de jubilación es equidad intergeneracional. gastar en cuidado infantil es mejor que dar prestaciones en metálico. Flexibilizar el mercado laboral puede desbloquear trabajos para los jóvenes. Los servicios públicos en ocasiones son realizados de manera más eficiente por el sector privado. Los social demócratas deberían enarbolar estas reformas.

La Sra. Merkel está en lo correcto en algo importante: Europa será capaz de pagarse un modelo social civilizado sólo si restablece su competitividad a nivel global. Los mercados financieros aceptarán la lógica de más recortes mesurados en los déficits solo si están convencidos que los gobiernos están comprometidos a elevar
el potencial de crecimiento de sus economías.
Los electores confiarán su dinero a los partidos de centro izquierda sólo si sus líderes son vistos como pragmáticos y justos. Alguien ya combinó estas cualidades de justicia social con eficiencia económica. Su nombre era Tony Blair. Además, esto le ayudó a ganar tres elecciones.

Spending and borrowing will not save Europe’s left

04/05/2013 | Philip Stephens – Financial Times English

Liberal financial capitalism perished in the great crash of 2008. The shredding of the Washington consensus promised to allow Europe’s centre-left to remake the bargain between state and markets. In the event, the champions of government now count themselves among victims of the crash.

Europe’s political geography is one of mostly centre-right governments challenged here and there by populist insurgents. In the few places where the centre-left holds sway it is in trouble. Elsewhere, in the more familiar role of opposition, it looks unconvincing. All the while the post-crash nationalisation of private sector debts presents a lethal threat to Europe’s cherished social model.

I hear progressive politicians complain that this is unfair. Why should voters be more trusting of those most responsible for this terrible economic mess than of those who have always believed in fettered markets? There are two answers to this. The first is that the centre-left colluded in the credit boom: as long as the money was there to be redistributed, no one asked too many questions. The second, and more important, is that the progressive response in the aftermath of the crash has been wholly unconvincing.

France’s Socialist government looks to be in office but not in power. François Hollande was in difficulties well before the tax evasion scandal now engulfing his administration. As it happens the president is not a madcap leftie. By French standards, his reforms are halfway radical. But his election victory was essentially a rejection of Nicolas Sarkozy. Without much of a grand plan of his own, Mr Hollande has failed to show that elusive but vital leadership quality known as “grip”. Instead, his government has come to be defined by a barmy plan for a 75 per cent tax rate on the rich.

On the other side of the Channel, Ed Miliband’s Labour party looks at first glance to be prospering in opposition. Britain has a Tory prime minister with no discernible strategic ambition at the head of a coalition whose economic policies have run aground. The economy is flatlining and the UK’s fiscal deficit will soon be larger than that of Greece.

For all that, Labour’s lead in the polls is misleading. As disenchanted as they are with austerity, voters show little real enthusiasm for a swerve leftward. In the event Mr Miliband wins the 2015 election – quite possible given the coalition’s failures – few even in Labour ranks know how he would govern.

You can find such confusion across the continent. In Italy the leftist alliance of Pier Luigi Bersani was deprived of office by the anarchic pop
ulism of the Five Star Movement.
No one I have spoken to in Berlin expects the Social Democrats to oust Angela Merkel in this autumn’s German election. Spanish voters may resent eurozone-imposed austerity, but Mariano Rajoy’s government is more troubled by corruption than by the Socialists. In Scandinavia, the spiritual home of modern social democracy, there has been a sharp rise in anti-immigrant populism.

Many of these parties will gather in Copenhagen next week at a conference organised by the progressives’ smartest think-tank, Policy Network. Doubtless they will talk about austerity, inequality and the spreading scourge of rightwing populism. None of this will carry unless social democrats first understand what they need to do to win back trust.

Blaming it all on the bankers and railing against public spending cuts resonates with hard-pressed voters. It is also displacement activity. Olaf Cramme, the director of Policy Network, puts it well: the centre-left is caught in a credibility trap. The mistake is to confuse popular empathy for anti-austerity policies with bankable electoral support. Much as they resent cuts, voters are deeply sceptical about a bigger state funded by more borrowing.

As long as the conversation is about debt and deficits, the centre-right holds an advantage. The beginning of wisdom for the centre-left is a readiness to acknowledge the postcrash limits on the size of government. Not all public spending is good and not all cuts are bad.

Europe’s welfare state was built on growth. That is what social democrats should be talking about. What is needed, above all, is a prospectus that reaches beyond the old allegiance to Keynesian stimulus policies. Structural economic reform has a bad name on the centre-left. It should not. The big challenges to the welfare state, such as global competition and ageing populations, are structural rather than cyclical. So are the remedies.

There is nothing rightwing about tough conditions on benefits when they are combined with serious investment in human capital such as training and education. Ask the Scandinavians. Raising the pension age is about intergenerational equity. spending on childcare provision is better than on cash benefits. Flexible labour markets can unlock jobs for young people. Public services are sometimes more effectively provided by private contractors. Social democrats should be champions of such reforms.

On one big thing Ms Merkel is right: Europe will be able to pay for a civilised social model only if it restores its global competitiveness. Financial markets will accept the logic of more measured deficit cuts only if they are convinced that governments are committed to raising the growth potential of their economies. Voters will trust the centre-left parties with their money only if their leaders are seen to be hard-headed as well as fair. Someone once summed it up in a neat phrase about marrying social justice to economic efficiency. OK, his name was Tony Blair. On the other hand, it did win him three elections.

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
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