James Tobin – Premio Nobel de Economía de 1981

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Nacido en 1918, la juventud de James Tobin se vio seriamente afectada por la gran depresión de los años 30. Tal vez por ello decidió abrazar con entusiasmo las recetas keynesianas, que recomendaban la intervención del Estado en la economía y combatir así el desempleo involuntario, el estancamiento de la producción y el ocaso del sueño americano. En 1981 se le otorga el Premio Nobel de Economía principalmente por el coeficiente Q y la tasa que llevan su nombre.

Apenas iniciado su doctorado interrumpió su prometedora carrera universitaria para enrolarse en la marina norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial. Su tiempo de servicio fue de cuatro años, coincidiendo en el destructor USS Kearny con el novelista Herman Wouk, autor de la novela “El motín del Caine”, que se inspiró en él para caracterizar al cadete Tobit, sin disimular apenas su verdadero nombre, un avispado combatiente que daba cien vueltas al resto de la tripulación.

Defendiendo a Keynes

Cuando ya nadie lo hacía, Tobin siguió apoyando las ideas keynesianas. Seguidor del partido demócrata americano, su corazón siempre estuvo en la izquierda, lo que le llevó a formar parte del equipo asesor de los presidentes Kennedy y Johnson, y del candidato McGovern. Reconocía con cierta ironía que “los consejos de los economistas no siempre son eficaces, pero es que los de los no especialistas son bastante peores”.

Sin embargo, su keynesianismo no fue recalcitrante y a pesar de los ataques que recibió por parte de los monetaristas de la escuela de Chicago, se puede decir que consiguió acercar ambas posturas. Realizó una síntesis en la que aceptaba la relación directa entre los mercados financieros y los bienes reales, como preconizaban los monetaristas, y el vínculo indirecto que admitían los keynesianos a través del tipo de interés.

Sus recomendaciones en el ámbito financiero se resumen en la frase que se le atribuye y que es el paradigma de la prudencia y la diversificación “No pongas todos los huevos en la misma cesta”. Aunque como hay gente para todo, algunos proponen poner todos los huevos en la misma cesta… y vigilar la cesta.

La “Q” de Tobin

El carisma que emanaba de la personalidad de Tobin popularizó enormemente algunas de sus propuestas. Este es el caso de la conocida como la “Q” de Tobin, un coeficiente que relaciona la valoración de un activo en el mercado y lo que costaría reponer ese mismo activo. Una Q inferior a 1 quiere decir que ese activo está infravalorado, o que la empresa en cuestión tiene un valor patrimonial superior al que le reconoce el mercado. En cuanto a la recíproca, es decir, una Q superior a 1, nos advertiría de una sobrevaloración que tendría que estar justificada. En la universidad de Yale, donde profesó durante 38 años, sus alumnos llegaron a vestir, casi como si formase parte de su uniforme, una camiseta que lucía una Q mayúscula en el pecho.

La tasa Tobin

La tasa Tobin, se planteó en 1971 para desalentar la especulación contra el dólar estadounidense como consecuencia de lo que se llamó “The Nixon Shock” y que supuso el abandono del patrón oro y la falta de convertibilidad de la divisa norteamericana. Los tiburones financieros olieron la sangre del dólar y se lanzaron a una especulación rabiosa que desestabilizaba la moneda americana.

En el campo de las operaciones financieras conviene distinguir entre los que compran y venden títulos por motivo de inversión y los llamados ‘traders’. Estos últimos aprovechan la volatilidad del mercado y compran y venden el mismo título varias veces al día, incluso con intervalos de pocos segundos. Si deciden atacar al dólar venden esa moneda haciéndola bajar y previendo que el gobierno tratará de defender su cotización la compran inmediatamente, volviéndola a vender apenas repunte unos céntimos.

Estas operaciones de ‘trading’ son las que pretendía neutralizar Tobin con la aplicación de su tasa. Si cada transacción se gravase con un pequeño porcentaje de su montante – un 0,2% por ejemplo- al inversor estable no le afectaría casi nada, pero a los ‘traders’ especulativos les absorbía una parte importante de la ganancia esperada de cada uno de sus movimientos, desalentando así la operativa desestabilizadora.

La tasa T, concebida para gravar este tipo de operaciones, ha sido invocada repetidamente por los movimientos antiglobalización como elemento emblemático para castigar de forma indiscriminada cualquier transacción financiera, en un intento de penalizar los beneficios de la banca y de reducir el rendimiento de los mercados de capitales. Tobin renegó mientras estuvo vivo del abuso que se estaba haciendo de su nombre y de las razones que se esgrimían para justificar su propuesta, ya que se había convertido en manos de los políticos en otro instrumento más para incrementar la presión recaudatoria. Tobin falleció en el 2002, pero veinte años después se sigue utilizando el prestigio de su nombre y de su premio para reclamar la aplicación de su famosa tasa.

Para conocer un poco más a fondo sobre cada uno de los galardonados recuerda que puedes consultarlo todo en el libro ‘Una corona de laurel naranja’ o entrando al siguiente blog.

José Carlos Gómez Borrero

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