José Campo Pérez (II)

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El hundimiento de la casa londinense, Overend Gourney, de la cual Campo había recibido préstamos con garantía de valores y con la que mantuvo otro litigio ruinoso, contribuyó, igualmente, al marasmo financiero de los mercados y afectó, entre otras, a la Sociedad Central Española de Crédito. Esta última había sido concebida como consorcio bancario, fundado en Madrid en 1864, y perseguía la misma finalidad comercial que la Valenciana de Crédito y Fomento: dotar de liquidez y solventar el andamiaje económico de las empresas de Campo, forjando con ella una especie de holding financiero. Sin embargo, la Central no diversificó los activos como hubiera sido deseable, pues, estaban invertidos principalmente en títulos ferroviarios, emitidos por la Sociedad del FF.CC. de AV y T, y en obligaciones del Estado, todos los cuales sufrieron una merma importante en su valor, obligando a Campo a liquidar los balances de la Central (1871) y de la Valenciana (1879) con pérdidas.

El banquero valenciano, no obstante, había puesto su mirada en una actividad más lucrativa: los suministros de tabaco en rama a las fábricas de la Península. Se trataba de un monopolio del Estado por ser una renta estancada en los presupuestos generales. Para acceder a las subastas tenía que manejar gran cantidad de deuda pública de todas las clases. Diversas operaciones en la Bolsa de Madrid le facilitaron su compra, respaldada por el Banco de España. El montante de todas las contratas movía millones de pesetas, y los ingresos en cuenta corriente, más los cuantiosos depósitos de la deuda en la Caja General, podían ser importantes. Cabe considerar, además en un negocio de tal envergadura, la concomitancia de la labor empresarial con la política. Esa doble vertiente, intrínseca en los banqueros de la época, le proporcionaba relaciones con los poderes del Estado, así como amistades distinguidas en los círculos cortesanos. Fue, en efecto, diputado nacional por el Partido moderado -distrito de Enguera (Valencia)-, durante las legislaturas de 1850 y 1851 y, consecutivamente, desde 1857 a 1864. A finales del año último, el general Narváez lo nombró senador vitalicio, ocupando el escaño hasta 1868.

Los avatares políticos y profesionales –concretamente el control de las subastas, realizadas en el Ministerio de Hacienda-, obligaron a trasladar su residencia a Madrid. No descuidó, sin embargo, las empresas en Valencia, pues, encargó la gestión de la fábrica de gas a un pariente, Tomás Maycas, y la gerencia de la Sociedad de los FF.CC. de AVT corrió a cargo de su hermano, Andrés Campo. Igualmente, situó a Teodoro Llorente al frente del diario La opinión, cuya propiedad adquirió en 1861. El periódico, orientado hacia el moderantismo y la Unión Liberal, cesó la publicación a principios de 1866. A renglón seguido, el día 31 de enero Llorente, planteando una estrategia partidista más independiente dado el momento político, fundó Las Provincias, Diario de Valencia con la ayuda económica de José Campo. La imprenta del rotativo, sin embargo, pertenecía al empresario valenciano hasta que en 1869 la cedió a José Domenech. Otro logro, esta vez de carácter filantrópico, fue el Asilo de párvulos, levantado en 1863 a expensas del opulento banquero. Años después (1884), amplió este edificio con otro adyacente de estilo neogótico, obra del arquitecto José Camaña, construido en la calle de la Corona.

El coste de oportunidad de las contratas de tabaco le dio pie a volcarse de lleno en servicios paralelos, como las conducciones terrestres de fardos de hoja en rama, traída de Cuba, Virginia, Kentucky o Filipinas. Asimismo, el transporte llevaba anexo la distribución del papel sellado o de la sal en la Península e Islas Baleares, para lo que creó una Empresa de Arrastres. Las contratas públicas de estos servicios posibilitaron a Campo el acaparamiento del mercado del tabaco en rama, realizando prácticas de dumping, mediante pujas a la baja sobre el precio convenido por la Administración, proporcionándole de ese modo el control casi exclusivo de los abastecimientos en España, desde 1860 hasta 1887. Con tales potencialidades tuvo el atrevimiento, previa autorización, de elaborar Brevas del Cid en la Fábrica de Sevilla, destinadas a las clases populares.

En el cenit de la carrera empresarial, apoyó con recursos propios la Restauración de los Borbones en el rey Alfonso XII (29/12/1874), por cuya causa se le premió con el título de marqués de Campo (20/01/1875). Adherido al partido liberal conservador de Cánovas, fue elegido senador en 1876 y senador vitalicio de 1877 a 1889.

Estuvo siempre atento a dirimir los problemas judiciales con los obligacionistas de la Sociedad de los FF.CC. de Almansa a Valencia y Tarragona, y, una vez resueltos y normalizados los balances contables, promovió la expansión de la red ferroviaria hacia el litoral de la Marina Alta, adquiriendo en 1879 la concesión del tramo de vía estrecha de Carcagente, Gandía a Denia, transformando un antiguo tram-way de tracción animal en locomotora a vapor. La red se completaba con un trayecto más corto, el de Silla a Cullera, proponiendo el marqués de Campo a su sobrino, Gabriel Moreno, como apoderado. Ya en plena vejez, quiso plantear la construcción del ferrocarril de vía ancha, uniendo Xátiva con Alcoy (1887), pero tuvo que abandonar el empeño.

El negocio del tabaco le llevó, por otro lado, a formar la Naviera Campo. Realizaba dos servicios de vapores-correos, concertados con los gobiernos conservadores de Martínez Campos y de Cánovas: la línea de Filipinas, 1879-1884 y la línea de Cuba y Puerto Rico, 1881-1884. Esta última estaba obligada a efectuar enlaces con la Compañía Trasatlántica del marqués de Comillas en determinados puertos de las Antillas. Una circunstancia que hizo inevitable su participación accionarial en el Banco Hispano Colonial. En los comienzos, la Naviera Campo dispuso de una flota mercante de 20 vapores y 2 remolcadores. De la Caja de Ultramar recibía una subvención mediante un tanto fijo en pesetas por viaje redondo de los vapores-correos, debido al encargo oficial que tenía de reparto de correspondencia y transporte de militares a las islas. Y con fines propagandísticos mandó editar una Revista Marítima Comercial, publicándola en el diario El Estandarte. Anunciaba los viajes de los vapores y los precios del pasaje; precisaba los horarios de embarque, y asimismo, citaba a los consignatarios españoles y extranjeros distribuidos por todos los puertos marítimos de atraque.

Con la Naviera Campo pretendía ampliar la estrategia comercial de reducción de costes de embalaje marítimo de la hoja en rama. En el caso de Filipinas, contempló también los beneficios que podía acarrearle el desestanco del tabaco, permitiendo la libertad de industria (1881). Y trató de monopolizar los acopios de las cosechas, empleando agentes mercantiles en Manila. El proyecto empresarial sobre el Archipiélago contó con una plataforma financiera, el Banco Peninsular Ultramarino, implantado en 1881 a semejanza del Banco Hispano Colonial. Para la gerencia designó al ingeniero, Juan Navarro Reverter. Pero la crisis bursátil de 1882 impidió la continuidad del Peninsular Ultramarino, aumentando la incertidumbre del negocio en Filipinas. Otras causas agravaron la situación: a) no pudo competir en los mares con la Compañía Trasatlántica, y b) el grupo Comillas aventajó a Campo en la explotación de las cosechas, formando la Compañía de Tabacos de Filipinas (1883). Estas dificultades le impidieron seguir adelante con el servicio de los vapores-correos, vendiendo once de ellos al marqués de Comillas (1884), lo que representó el principio de su declive empresarial. Y los quebrantos económicos se incrementaron cuando, asumiendo todo riesgo, contrató una serie de suministros de tabacos rama en Cuba, pujando en las dependencias ministeriales a precios improductivos con la vista puesta en adueñarse de la Compañía Arrendataria de Tabacos (1887). El intento fracasó, pues, el gobierno de Sagasta decidió otorgarla al Banco de España.

A pesar de tales adversidades, no se amedrantó e incluso patrocinó una expedición científica al canal de Panamá (16/05/1886) en el periodo de ejecución de las obras, fletando el buque Magallanes de su propiedad. Adoptaba de esta manera pública una postura nacionalista para reparar una ofensa a España, que no había sido invitada a la inauguración. Sin embargo, albergaba el propósito oculto de ofrecer 400 millones de pesetas para terminar el canal, condicionando la cantidad a la cesión de los derechos de la construcción. Ferdinand Lesseps, promotor del proyecto y director de la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique, no aceptó la propuesta. Finalmente, con el resto de vapores de la Naviera Campo, hizo funcionar una Línea marítima Hispano-Centro-Americana (1887), estableciendo acuerdos con diversos gobiernos latinoamericanos. La operación mercantil, sin embargo, quedó entorpecida por el fallecimiento del marqués de Campo (Madrid-19/08/1889). En el inventario de bienes hallamos una importante fortuna en propiedades y deuda pública, sometida a embargos e hipotecas, contraídas por los herederos mediando pleitos. El legado incluía un magnífico monumento de Mariano Benlliure, previsto como ornamento de una plaza pública en Valencia. Un pedestal de piedra sobresale en el centro y en la cúspide se eleva una estatua de bronce del empresario, abrazando a un niño, José María Luis Bruna, hijo natural…. De ninguna manera siguió los pasos de su padre en el mundo de los negocios.

Bibliografía

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  • Hernández, T (2007): “Propiedad y gestión. La estrategia empresarial en la Sociedad de los Ferrocarriles de Almansa a Valencia y Tarragona”. En I. Aguilar (Coord.). Historia del Ferrocarril en las comarcas valencianas. La Plana. Valencia. Consellería d´Infraestructures i Transports. Generalitat Valenciana.  Pp-. 47-70.
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  • Martín-Aceña, P. Martínez-Ruiz, E. y Ángeles Pons, Mª (eds), (2013): Las crisis   financieras en la España Contemporánea, 1850-2012.  Barcelona. Crítica.
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Telesforo Hernández (Universidad de Valencia)

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