La cosa va sobre ruedas

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Después de varios años colaborando conjuntamente, PSA (Peugeot-Citroën-DS) acaba de comprar Opel Europa a General Motors por 2.200 millones de euros lo que le ha convertido en el segundo fabricante de coches del continente (juntos copan el 17% del mercado), detrás de Wolkswagen y desbancando a Renault.

El grupo PSA vende, anualmente y en nuestro continente, casi dos millones de coches. Opel Europa (Vauxhall en Reino Unido) pertenece a General Motors (GM) y vende un millón doscientos mil unidades. Aún así, las continuas pérdidas de la estadounidense GM en Europa (257 millones de dólares el año pasado según ha reconocido la propia compañía) y las medidas proteccionistas anunciadas por el nuevo presidente Donald Trump, han animado a la venta. Para PSA, los puntos fuertes de Opel son su importante implantación y una fuerte red comercial.

Por todo ello, la empresa resultante PSA Opel espera vender en Europa más de cuatro millones de coches anuales lo que le otorga un puesto entre los gigantes del sector a nivel mundial. Los próximos automóviles que salgan con la firma conjunta lo harán de las fábricas españolas: en la factoría de PSA en Vigo se trabaja ya en un nuevo utilitario, y de la planta de GM de Figueruelas (Zaragoza), saldrán dos modelos más, un pequeño monovolumen (Adam) y el nuevo Corsa (a partir de 2019).

Un signo más de la globalización que, por supuesto, también afecta al mercado de la automoción. Ni Seat es español, ni Opel alemán, ni Saab es sueco. Nada es lo que era. Pero ¿cómo afectan estos cambios a la economía española?

La automoción es, sin duda, un sector estratégico para las finanzas de nuestro país y uno de los pilares fundamentales de la industria nacional, como afirma con rotundidad SERNAUTO (Asociación de Fabricantes de Equipos y Componentes para Automoción). La industria se remonta a los primeros años del siglo XX con marcas líderes como Hispano Suiza o, más tarde, SEAT, Barreiros o Pegaso. En Europa, España se posicionó rápidamente en el sector por tres factores fundamentales: la situación geográfica, la cualificación de su mano de obra y los bajos costes laborales. Actualmente, España cuenta con 17 plantas de fabricantes de vehículos pertenecientes a 10 empresas diferentes. Genera 300.000 empleos directos y los ingresos suponen el 6% del PIB.

Sin embargo, algo está cambiando. La predilección por los coches no contaminantes, aunque no es representativa, sí es llamativa en un panorama donde cada vez más prima el cuidado del medio ambiente y donde está demostrado que los sistemas de transporte actuales afectan negativamente a la salud humana. La UE se ha comprometido a descarbonizar su sistema de transporte y a apoyar las alternativas a las tecnologías y combustibles convencionales de los motores de combustión. Algunas políticas impulsan el desarrollo de los combustibles renovables y de la electricidad; otras apuntan a la infraestructura necesaria para los vehículos eléctricos, como los puntos de recarga en Europa. Unas legislaciones específicas fijan objetivos en cuanto a la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que pueden emitir los vehículos nuevos por kilómetro. Esto ha ayudado a incentivar la fabricación de vehículos de emisiones reducidas, incluidos los vehículos eléctricos.

Por este motivo, los fabricantes de coches se han lanzado de cabeza al nuevo reto. En el reciente Salón del Automóvil celebrado en Ginebra la semana pasada, los grandes fabricantes destacaron su apuesta por el coche eléctrico: Volkswagen anunció el lanzamiento de más de 30 modelos eléctricos hasta 2025 en todos los segmentos, desde los modelos compactos hasta los próximos VW Phaeton y Audi A8, además del refuerzo en las áreas de soluciones de movilidad, baterías, conducción autónoma e inteligencia artificial. Por su parte, Seat considera que los precios de los diésel y eléctricos se equipararán en menos de 10 años por lo que anunció que desarrollará una línea de coches eléctricos a partir de 2019.

Coincidiendo con este salón, referencia del automóvil en Europa, la consultora Deloitte presentó su informe “Un modelo de transporte descarbonizado para España en 2050” en el que expone que el sector del transporte supone alrededor del 25% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la actividad económica en España y que, el año pasado, casi un 40% de la electricidad generada en nuestro país provino de energías limpias, fundamentalmente hidráulica y eólica. Sin embargo, los coches eléctricos e híbridos enchufables siguen siendo algo residual: sólo se vendieron en España 4.750 vehículos de este tipo en 2016, lo que supuso apenas el 0,4% de todos los matriculados.

Según este estudio, si España quiere cumplir con los compromisos ante la Unión Europea de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, para el año 2030 deberían circular por nuestras carreteras unos cuatro millones y medio de coches eléctricos, una meta que requiere una inversión de unos 650 millones de euros anuales. A 15 años vista, la realidad es que actualmente sólo circulan unos 6.500 vehículos y que el Gobierno apenas ha destinado 40 millones de euros en incentivos.

Autora: Elvira Calvo (15 marzo 2017)

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