La educación financiera complementa al sentido común

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La educación financiera complementa al sentido común

12/04/2013 | FxM – Hugo Vázquez

Los hábitos familiares, la sociedad y la educación influyen nuestra salud económica.

En los últimos años varios estudios han revelado que existe un déficit de alfabetización (educación) financiera a lo largo y ancho del mundo. Aún en los países desarrollados la mayoría de la población carece (o ha olvidado) los conocimientos básicos para resolver operaciones financieras que son de uso diario para controlar sus compras, el ahorro y la inversión, los préstamos y los créditos, los seguros y las hipotecas. Se han detectado problemas para realizar operaciones matemáticas básicas para calcular los intereses en el uso de instrumentos de ahorro y crédito, así como de tarjetas, préstamos, hipotecas, etc.

En este sentido, Atkinson y Messy (2012): “Midiendo la educación financiera: resultados de la OCDE…” mencionan en las conclusiones del estudio, realizado en 14 países, que aunque parece que la mayoría de la gente tiene un conocimiento básico de educación financiera, gran parte de la población carece de la habilidad para calcular el interés compuesto y aprovechar la diversificación. Esto concuerda con la falta de evidencias relevantes que relacionen el haber recibido educación financiera con el comportamiento financiero de la población.

¿En quién recae la responsabilidad de alfabetizar financieramente a la población, en la familia o en el Estado, y a qué edad o nivel escolar se debe dar este tipo de educación?
Según Finke y Huston (2013): “Time preference and the importance of saving for retirement”, la persistencia de la riqueza al paso de las generaciones puede deberse, parcialmente, a compartir hábitos de ahorro originados en comportamientos aprendidos o herencia genética. Lo que va en línea con los resultados del experimento de 1972 llevado a cabo en la Universidad de Stanford conocido como el “Experimento de la nube (golosina)” que medía la capacidad de los niños para esperar y recibir una cantidad mayor de golosinas o consumir de manera inmediata una dotación menor; la voluntad es parte genética y parte de la educación aprendida en casa; el seguimiento a través de los años de los niños que participaron en dicho experimento mostró una correlación entre los que podían resistir la tentación de comerse la golosina de manera inmediata, y como resultado de su paciencia recibir más golosinas, con un mejor desempeño en su vida adulta.

Warren Buffet dice que “nunca es demasiado pronto para enseñar educación financiera, tanto si es hacerles comprender (a los niños) el valor de la moneda como saber diferenciar entre necesidades y deseos, o la importancia del ahorro”.

Pero, ¿Puede la escuela compensar la falta de una formación familiar que favorezca el hábito del ahorro y la moderación en el consumo?
Carpena, Cole et al.: “El ABC de la educación financiera…” Mencionan que estudios realizados en EE. UU. muestran que los programas de educación financiera impartidos en las escuelas pueden no ser la única solución para evitar problemas económicos a nivel individual por varias razones, entre ellas, que los programas quizás no sean efectivos, o que el comportamiento financiero es difícil de modificar a pesar de recibir cursos. Además, la industria financiera evoluciona y es necesario mantener un currículo en constante adaptación, como en los otros campos académicos.

A pesar de lo anterior ¿Es adecuado el tiempo que se dedica en el currículo escolar a la educación financiera tomando en cuenta la relevancia que tendrá en la vida de los alumnos?
Si bien es importante saber un poco de todo, también es cierto que hay temas a los que el ser humano se enfrentará casi a diario durante toda la vida, y entre estos está la correcta utilización de sus recursos económicos; y ciertamente a la educación financiera no suele dársele la importancia y tiempo que merece. Después de todo, el ahorro y la planificación financiera son asuntos vitales para todos, lo que no se puede decir de algunas ramas del conocimiento, como la química y la física (que bien pueden dejarse en manos de los expertos).

Además, los gobiernos de muchos países tienen páginas web de información y orientación financiera dirigida a todos los niveles de edad, la UE también lo tiene, pero ¿sirven de algo? Carpena, Cole et al. (2011): “Unpacking the causal chain of financial literacy”, dicen que la alfabetización financiera no capacita a los individuos para discernir costos y beneficios que requieren habilidades matemáticas avanzadas, pero sí mejora significativamente la capacidad de distinguir las opciones financieras y las actitudes para tomar decisiones financieras.

Lusardi y Mitchell (2008): “How much people know about Economics and finance?” mencionan en sus conclusiones que a la gente se le dificulta aplicar y seguir las enseñanzas impartidas en la educación financiera, por lo que quizás impartir educación financiera no sea suficiente, sería importante también proporcionar las herramientas para cambiar el comportamiento financiero.

En la actualidad, la avaricia, la especulación, la competitividad excesiva, la falta de sentido común y una deficiente educación financiera crean un cóctel que deja una resaca que perjudica a todos.

Parece ser que para mejorar los hábitos financieros de la población lo que se puede hacer es incluir y/o incrementar la educación financiera en el currículo académico, a la vez que se ponen al alcance de la población herramientas que faciliten la valoración de cualquier instrumento de ahorro e inversión, y trabajar a la par con las asociaciones de consumidores para minimizar cualquier comportamiento que perjudique la seguridad económica de los ciudadanos y del país en su conjunto.

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