La suculenta distribución de los ingresos deportivos

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A nadie se le escapan las grandes cantidades que generan deportes de masas como el fútbol, el automovilismo, el motociclismo y el tenis, o de élite, como el golf pero ¿sabemos cómo se reparten los participantes esas cifras astronómicas? Son deportes protagonizados por los mejores del mundo, donde la competitividad, la emoción y el sentimiento arrastran a millones de aficionados, patrocinadores, anunciantes y televisiones. Todo ello hace que se generen unos ingresos astronómicos que se reparten, no siempre por igual, los deportistas, los organizadores y los promotores. Según la revista Forbes, el deporte más lucrativo es la Fórmula 1, que genera unos 1.000 millones de euros anuales, frente a los algo más de 800 mil que recauda el fútbol o los 200 mil del motociclismo.

Empecemos por el deporte rey: en las principales ligas nacionales de fútbol, los ingresos que pagan las televisiones por la emisión de los partidos se reparten entre todos los equipos participantes, aunque difiere según sea un país u otro. En España e Inglaterra, el criterio de distribución es del 50% independientemente de su rendimiento. De esa cantidad, un cuarto sí tiene en cuenta el puesto de clasificación en la temporada anterior; y otro cuarto, se rige en función de las audiencias que han tenido los partidos. En Alemania, por el contrario, el dinero obtenido se reparte en función del puesto en el que hayan quedado la temporada previa. Se trata de un mérito o bonus para los equipos, sean del tamaño que sean, se esfuercen más. Parece lo lógico.

Pero no en todos los deportes ocurre igual. En la categoría reina del automovilismo, la Fórmula 1, la distribución de ingresos no es equitativa. De todo el dinero que reparte el promotor, Fórmula One Managment–FOM, que asciende a 940 millones de dólares en este 2017 (obtenidos por los derechos de las televisiones, el canon del circuito y el paddock club), un tercio se distribuye en función de la importancia de la escudería. El objetivo es que no abandonen la competición, así que las beneficiadas siempre son las mismas, las más potentes y las que mayor presupuesto tienen: Ferrari (tercera en el ranking y que este año ha recibido 103 millones de dólares), Mercedes y Red Bull (actuales campeona y subcampeona respectivamente, reciben 74 millones cada una), McLaren (30) y Williams (10). El resto de equipos recibe la misma cantidad -324,5 millones de dólares-, con la única condición de haber participado en las tres últimas temporadas.

En este caso, la distribución económica no tiene en cuenta los méritos de las escuderías (Mercedes es la actual campeona), lo que lógicamente levanta la ira de las más pequeñas y humildes (Force India, la cuarta clasificada; Toro Rosso, filial de Red Bull y séptima en el ranking; Renault, novena; la suiza Sauber o la estadounidense Haas). El reparto es tan polémico que está siendo investigado por la Unión Europea desde hace dos años pero lo cierto es que así se firmó en el llamado Acuerdo de la Concordia, en 1981. El pacto recoge las normas que rigen la Fórmula 1, compromete a todos los sectores intervinientes y, entre otras cosas, establece el reparto de los ingresos entre las propias escuderías participantes; quien la dirige, la FIA (Federación Internacional de Automovilismo); y quien la promueve, el FOM (desde el año pasado controlado por la empresa estadounidense Liberty Media). Su vigencia termina en 2020.

La máxima categoría de motociclismo, el Mundial de MotoGP, tampoco va mal. Mueve más de 200 millones por temporada. Aparte de las marcas que contratan con la empresa organizadora del Mundial, Dorna (cuyo accionista mayoritario en el fondo de inversión Bridgepoing Capital), cada equipo busca sus propios patrocinadores para incrementar los 80 millones de euros que la gestora del Mundial reparte entre todos los equipos por temporada. Eso hace que, al final, se produzcan grandes diferencias de recursos entre los equipos grandes que pueden manejar en torno a 50 millones de euros y otros privados y más modestos que no llegan a los 10 millones. El premio por llegar primero a la meta oscila entre los 800 mil y el millón y medio de euros, dependiendo del campeonato que sea. El salario del italiano Valentino Rossi ronda los 20 millones de euros anuales, de los cuales la mitad procede de la publicidad que luce en su mono. Jorge Lorenzo puede alcanzar los 18; Marc Márquez, los 11; y Dani Pedrosa, supera los 5 millones de euros.

En el tenis, también son los organizadores de cada slam los que establecen la distribución de los beneficios. La diferencia entre lo que cobran los ganadores y los finalistas depende de categorías, masculina y femenina, individual o por parejas, pero puede alcanzar el millón de euros. El circuito masculino suele estar está protagonizado por los mismos (Nadal, Federer, Djokovic, Murray, …), lo que genera una gran rivalidad y, por tanto, una gran expectación lo que convierte cada torneo en un apetitoso producto televisivo por no hablar de los precios desorbitados que alcanzan los palcos y las entradas.

Un gran slam como Wimbledon, por ejemplo, puede llegar a generar un millón de euros (entre promotores y venta de entradas), en la primera ronda masculina y otros tantos para la ronda femenina. Con esa cantidad, se paga a los jugadores que no consiguen pasar a la segunda ronda. En la segunda vuelta, la organización reparte más de 800 mil euros entre los perdedores. Y en la tercera ronda, 700 mil euros. En los octavos de final, 677 mil euros; en los cuartos de final, 650 mil euros; y entre semifinales y final, casi 2,5 millones de euros a repartir entre los jugadores que han llegado. Aunque el circuito femenino tiene menos expectación porque, según los expertos, la velocidad de la bola es menor y los golpes menos potentes, el sistema de reparto es paritario, algo de lo que ya se han quejado algunos jugadores, como el francés Gilee Simons en 2012.

En otro deporte, el golf, los beneficios se reparten en función de determinados porcentajes que establece el promotor del torneo. Son porcentajes proporcionales al puesto que finalmente se ocupa. Así, el primero, recibe un 10% del monto total; el segundo, un 7%; el tercero, un 5% y así hasta llegar al último.

Injusticias o no, lo cierto es que para que una competición sea más equitativa, es imprescindible que sus principales actores estén dispuestos a renunciar a parte de sus privilegios en beneficio del deporte en su conjunto. Daría más estabilidad a los equipos pequeños que tendrían así más posibilidades de mejorar.

Autora: Elvira Calvo (18 octubre 2017)

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