Los Rothschild (II): expansión y diversificación de la red financiera

Comparte este post

La sombra de la exitosa primera generación de la familia Rothschild bien podría haber cercenado las opciones de una segunda hornada de Banqueros (tercera si contamos desde Mayer Amshel), pero la familia, muy reforzada por continuos lazos consanguíneos, supo crear nuevos liderazgos. De esta manera, se superó sin mayor trauma la muerte de Nathan Mayer, en 1836, y la desaparición en París de James de Rothschild, en 1868.
Les siguieron en la dirección de las dos casas principales de la familia los primogénitos. En Londres Lionel tomó el control tras haberse bregado desde muy joven en la gestión de negocios importantes, como la negociación de la contrata para la venta en exclusiva del mercurio español de Almadén, en 1834, que le había llevado a vivir medio año en Madrid y traerse una afición imperecedera por Murillo y los pintores barrocos españoles. Lionel marcó un hito social en Gran Bretaña, al ser el primer judío en incorporarse al parlamento británico, en 1856, tras un largo conflicto de una década que obligó a un cambio legislativo ad hoc, dando fin a la discriminación religiosa en la Cámara de los Comunes. En París tomó las riendas Alphonse, de acuerdo con sus primos Gustave y Edmond. Alphonse fue también el banquero más influyente de su generación en Francia, tanto desde sus oficinas en el 21 de la Rue Laffite, como en su puesto de regente del Banco de Francia, donde la familia hacía ostentación del primer puesto en el accionariado.
Esta generación de la familia estuvo a la altura, pero tuvo que enfrentarse a un escenario cada vez más competitivo, donde los bancos constituidos en sociedades anónimas, como el Credit Lyonnais, la Societé General o el Midland y nuevos bancos de negocio como el Paribas, o los todopoderosos bancos de inversión norteamericanos (J.P. Morgan, Morgan Grenfeel o Lazard) hacían cada vez más compleja la supervivencia de la Haute Banque parisina y los viejos Merchant Banks de la City Londinense.
Tras digerir la enorme crisis de los años 60, los Rothschild enfrentaron el último tirón ferroviario, expandiendo las redes ferroviarias de la Compagnie du Nord y MZA. Incluso extendieron sus emisiones de deuda soberana en París y, sobre todo, en Londres trabajando para gobiernos de territorios vírgenes para el negocio de los empréstitos, como Brasil o Perú. El musculo financiero de la casa quedó patente cuando en 1871 Alphonse Rothschild avaló el 100% de la emisión del empréstito nacional de 3.000 millones de francos para pagar la indemnización a Alemania, tras la guerra Franco-Prusiana. Mientras tanto, su sobrino Nathaniel aportó desde Londres el capital para la compra del paquete mayoritario de las acciones del Canal de Suez por parte del gobierno británico, en 1875. Poco después, los Rothschild avalarían también las emisiones para los grandes arreglos de la deuda española de Salaverría (1876) y Camacho (1881) de acuerdo con el Banco de España y el Tesoro.
Fueron las últimas grandes operaciones que abordó la familia en el ámbito de las grandes finanzas públicas europeas. Porque a partir de 1875-1880 el grupo Rothschild dio un segundo giro fundamental en su negocios, tendente a diversificar sus inversiones. Se trataba de aprovechar su experiencia en el comercio de materias primas para pasar al control directo de las empresas productoras, bien introduciéndose en su accionariado o bien promocionando determinadas sociedades. Es a partir de ese momento cuando la familia Rothschild se decanta por una nueva estrategia que le lleva a centrar sus inversiones en el campo de las compañías mineras y sus industrias afines. Tal y como ocurriría en el caso del cobre y el plomo, metales sobre los cuales los Rothschild habían desarrollado intensos intercambios desde mediados del siglo XIX, y el petróleo, merced a los crecientes intereses de la Casa en los campos de crudo del Cáucaso. De esta manera, se produce sucesivamente la aportación decisiva de los Rothschild en la creación de la refinadora de petróleo Deutsch et Cie (1879), que operaba en Italia, España y Francia, la petrolera caucásica Bnito (1882) y la Sociedad Minera y Metalúrgica Peñarroya, fundadas en 1879 y 1881, así como sucesiva maniobras para la toma de control de las mineras Le Nickel (1879) y la Rio Tinto Company (1888) o el apoyo dado a la fundación de la De Beers ese mismo año.
Para generar un control más efectivo de sus inversiones mineras, los Rothschild no dudaron en rodearse de profesionales reputados en el sector, como habían hecho antes en los ferrocarriles, que desarrollaron el antecedente más inmediato de los moderno servicios de estudios, con capacidad ejecutiva. Así, por ejemplo, la Casa Rothschild Frères contrató en los años 70 los servicios de Jules Aron, un capacitado ingeniero de minas que tendría la misión de aconsejar a sus nuevos jefes sobre las inversiones más provechosas, además de encargarse de coordinar y supervisar la política industrial y comercial de las empresas en las que se trabajara. Aron fue impuesto como ingeniero adjunto a la dirección de Peñarroya y Le Nickel y estuvo en este cargo hasta 1917. Le sustituiría René Weil, que desempeñó el puesto durante los años veinte y treinta. En Londres asumió estas funciones Hamilton Smith, el director de la Exploration Co., una filial de la Casa de Rothschild de Londres, creada para patrocinar empresas mineras, que pronto a ser era considerada la mayor empresa de su clase en todo el mundo.
Los Rothschild impregnaron a sus empresas una clara estrategia de crecimiento por inversiones en paralelo a políticas de control de precios, vía acuerdos de mercados, cuando el establecimiento de monopolios absoluto de ventas. De hecho, la apuesta inversora se hace sobre sectores o ámbitos de negocio donde el control de estos mercados redunda directamente en su cuenta de resultados extraordinaria. Los beneficios inherentes a esta actuación no son siempre tangibles, puesto que en ocasiones les permiten acceder a especulaciones paralelas en el London Metal Exchange y las bolsas de valores de París y Londres que no recogen las fuentes disponibles, pero en el nivel cuantificable más básico, las carteras de acciones de estas sociedades les permitió obtener pingües beneficios. El socio natural en estas operaciones fue el conglomerado germano Metallgessellshaft, el mayor bróker mundial de los metales no ferrosos hasta la Primera Guerra Mundial, con los que los Rothschild operaron para alcanzar acuerdos de cartel en los mercados mundiales del níquel, el cobre y el plomo. Amén del control casi exclusivo de las ventas de mercurio de Almadén en toda Europa, merced al largo contrato con el gobierno español les concedió para vender sus productos en exclusiva, y que se extendió casi sin interrupciones entre 1835 y 1921. Un papel de intermediación que la casa Rothschild de Londres llevó más allá en los mercados del oro, al establecerse su sede desde 1919 como sede fija para el establecimiento diario del precio mundial del producto (Gold Fix).
En 1909, tuvo lugar otro acto simbólico en la red Rothschild que, a priori, daba fin al acuerdo de familia y la sociedad de bienes creada en 1810. Por un nuevo acuerdo solemne, los cabeza de familia firmaron un documento solemne por el cual las tres ramas supervivientes (Londres, París y Viena) se separaban formalmente y se comprometía a no iniciar en ningún caso negocios en competencia o perjudicando a otros miembros de la familia. El acuerdo de ruptura amistosa es evidente, y aparentemente definitivo, lo cual no quiere decir que muchos negocios siguieran coordinándose, fundamentalmente entre las ramas francesa e inglesa, al haberse gestado en su día a partes iguales, como era el caso de Rio Tinto o la De Beers.

 
Miguel A. López-Morell (Universidad de Murcia) y miembro de la Asociación Española de Historia Económica.

Disfruta de más contenido 

Actualiza tu navegador

Esta versión de tu navegador no permite visualizar correctamente la página. Para que tengas una buena experiencia y mejor seguridad, por favor descarga cualquiera de los siguientes navegadores: Chrome, Edge, Mozilla Firefox