Mariano Rubio Jiménez (I)

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Pocas personas han pagado tan caros sus errores como Mariano Rubio. Y a pocas personas se les ha reconocido y agradecido menos sus grandes méritos y servicios como al que fue gobernador del Banco de España durante una época crucial de nuestra historia.

Mariano Rubio Jiménez nació en Burgos el 14 de noviembre de 1931. Su padre era militar y allí estaba destinado en el momento del nacimiento. La familia de Rubio se fue trasladando según lo exigía la carrera del padre, y acabó instalándose en Madrid, que fue la ciudad con que él se sintió más identificado a lo largo de su vida y en la que murió el 4 de octubre de 1999. Mariano Rubio tenía cualidades poco comunes: entre ellas destacaban la de ser un ávido lector y sobre todo la de pensar por sí mismo, en la mejor tradición del sapere aude kantiano. No sólo no siguió la carrera militar de su padre, sino que pronto difirió de él por sus inclinaciones democráticas y reformistas.

Estudió Derecho y Ciencias Económicas, y fue esta carrera la que terminó en 1955 y la que ejerció toda su vida. Pronto fue reconocido en el círculo de economistas jóvenes del Madrid de los Cincuenta como un elemento de gran valía por su cabeza lúcida, y su capacidad poco común para aunar un acendrado sentido práctico con la atención a los grandes conceptos teóricos. Las ideas de Mariano Rubio fueron siempre claras: fue toda su vida un socialdemócrata. En el Madrid de los años Cincuenta esta convicción era terriblemente subversiva, pero Rubio no se encontraba solo: entre sus amigos de entonces, dispuestos a actuar pacífica pero ilegalmente en pro de las libertades políticas, se contaban muchos que más tarde desempeñaron, al igual que él, un papel clave en la transición de España a la democracia. A través de Francisco Bustelo, alumno también de la Facultad de Económicas, trabó contacto con Víctor Pradera, Juan Manuel Kindelán, con el resto de la familia Bustelo, y con varios otros de los que con él fundaron la Agrupación Socialista Universitaria (ASU) en 1956. Mariano Rubio fue detenido varias veces por sus ideas políticas, en una ocasión por ser interceptada su correspondencia. Quizá ya escarmentado por estas experiencias, cuando la policía hizo una redada de socialistas en 1958, Rubio se marchó de Madrid y se refugió en Francia. Pronto volvió y fue de nuevo detenido. En una de estas detenciones el juzgado le exigió una fianza para poder salir en libertad condicional. La fianza no era muy alta, pero Mariano no tenía ese dinero, que finalmente le prestó José María López de Letona, casado con una prima suya. Esta anécdota tiene interés porque, como veremos, esta no fue la única ayuda que Mariano recibió de López de Letona, ingeniero que, después de una carrera en la empresa privada, fue ministro de Industria de 1969 a 1974 y más tarde, siendo presidente del gobierno Adolfo Suárez, gobernador del Banco de España.

A su vuelta a España a mediados de los Sesenta la carrera de Mariano Rubio como economista público fue muy brillante. Especializado en temas monetarios y financieros, fue subdirector del Servicio de Estudios del Banco de España y llegó a desempeñar en los últimos años del franquismo una dirección general de política financiera creada por iniciativa suya. Sus principios democráticos casaban mal en aquellas circunstancias con sus deseos de mejorar la política económica del país, y Mariano Rubio pasó unos incómodos meses en ese puesto político, del que dimitió, en un acto poco habitual de gallardía política, en 1970. En su decisión de dimitir pesó no poco la opinión de la «bella e inteligente» Isabel Azcárate, miembro de la conocida familia de institucionistas y demócratas con la que se había casado en 1963.

Mariano Rubio trabajó más tarde para la empresa privada. En los primeros años de la Transición también colaboró con Carlos Bustelo y Juan Antonio García Díez en la redacción del programa económico de UCD. Sin embargo, pese a su interés por la política, Mariano Rubio no tenía esa vocación. Le interesaba más la economía. En 1977, siendo López de Letona gobernador, accedió al puesto de subgobernador segundo del Banco de España. Su acceso a este puesto tuvo una importancia que no es suficientemente reconocida. El país estaba entonces en un momento extremadamente delicado: la crisis internacional conocida comúnmente como «del petróleo» había repercutido con gran fuerza sobre la economía española; las incertidumbres de la transición política produjeron una caída de la inversión sin precedentes; la inflación se había disparado, por las tensiones sociales y el alza del petróleo; y por si fuera poco, en España se avecinaba la peor crisis bancaria del siglo XX. Esta crisis tenía lugar en medio de un proceso de liberalización financiera que, iniciado en los últimos años del franquismo, fue llevado adelante por iniciativa de un pequeño grupo de especialistas entre los que, muy señaladamente, se contaba Mariano Rubio. Fue el flamante subgobernador quien supo leer los auspicios de la tormenta y preparó el marco institucional para amortiguar la crisis: pocos meses después de acceder Rubio a su nuevo cargo se creó el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), inspirado en un organismo similar de Estados Unidos, creado durante el New Deal; más tarde, por problemas jurídicos, se creó la Corporación Bancaria (1 marzo 1978; CB), para actuar como «hospital de bancos» temporal hasta que se reformaran los estatutos del FGD y pudiera asumir esas responsabilidades, lo que ocurrió el 9 de abril de 1980.

En la CB se reunió un grupo muy capaz de expertos que supieron hacer frente a una coyuntura en que más de la mitad de los bancos de España se vieron afectados y más de un tercio tuvieron que cerrar sus puertas. Sin embargo, una vez que el FGD adquirió personalidad jurídica independiente y pudo actuar como «hospital de bancos» (es decir, adquirir bancos en dificultades, renovar sus órganos gestores, y administrarlos con el fin de sanearlos y revenderlos o liquidarlos), la CB le cedió la iniciativa. Subsistió aún varios años hasta liquidar los bancos que estaban a su nombre y los pleitos que su gestión había causado; pero a partir de 1980 su equipo, curtido ya en las lides de la administración, saneo y venta de instituciones con problemas, fue transferido al FGD.

Mariano Rubio, que pronto quedó como subgobernador único del Banco de España, llevó la dirección de la lucha contra la crisis con la energía y la pericia que hicieron de él casi una leyenda. En la primavera de 1978 había escrito un breve informe titulado «La función supervisora del Banco de España sobre la banca y las cajas de ahorros» que circuló solamente dentro del banco pero que se convirtió en el documento de referencia para la instrumentación de la política anticrisis. El coste de esta fue muy grande. Hubiera sido infinitamente mayor si no hubiera sido contenida con esa mezcla de energía, sigilo, y pericia que se convirtieron en las señas de identidad de la labor de este gran economista. Pero uno de los elementos de la eficacia de esta política era precisamente que pasara lo más inadvertida posible para evitar el pánico. Por eso la opinión pública apenas tomó conciencia de quién y cómo pilotaba al país a través del temporal. Nada tiene de raro, sin embargo, que, concluyendo ya la crisis, fuera Mariano Rubio nombrado gobernador del banco por la administración socialista (24 julio 1984). En este puesto continuó su labor con su eficacia acostumbrada.

Bibliografía:

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Gabriel Tortella Casares. Universidad de Alcalá.

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