Por qué enseñar Economía es peligroso para los políticos (resumen)

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Por qué enseñar Economía es peligroso para los políticos (resumen)

05/05/2014 | Mark C. Schug y Dwight R. Lee

“La primera lección de economía es sobre la escasez: Nunca hay suficiente de algo para satisfacer a todos los que lo quieren tener. La primera lección de política es ignorar la primera lección de economía”. Thomas Sowell (1993, p. 131)

Nos preguntamos por qué las escuelas no enseñan más economía durante los primeros 12 años de educación. El Curriculum importa. Un Curriculum pre-universitario, rico en principios económicos que sean enseñados temprana y continuamente, puede influir en cómo respondan los votantes a los llamados tradicionales que hacen los políticos para ganar el apoyo para este u otro nuevo programa gubernamental. Una revisión de la literatura de economía que se enseña (Miller y Van Fossen, 2008) revela que investigaciones de hace ya varios años muestran que tanto niños como adolescentes pueden aprender economía básica. La investigación indica que aún niños de primaria pueden aprender economía a través de instrucción directa y dirigida.

Empecemos con tres ideas básicas de economía que sugerimos son “poco saludables” para los políticos pero que son fundamentales para la educación en economía: escasez, coste de oportunidad, y la importancia de los incentivos.

Escasez: Los recursos productivos de cualquier sociedad son limitados pero queremos más – más educación, más vacaciones frecuentes en el Caribe, una jubilación financieramente más segura, una bonita casa para las vacaciones, un ambiente más limpio, más tiempo para pasar con la familia y amigos – que lo que nos permiten nuestros limitados recursos.

Coste de oportunidad: Cada vez que tomamos una decisión, incurrimos en un coste. Algo debe ser sacrificado. Esto es cierto aunque seamos ricos o pobres.

Los incentivos importan: Incentivos son cualquier cosa que premie o penalice y puede ser monetario o no-monetario. Los mercados funcionan porque crean incentivos que proveen información y motivaciones para compradores y vendedores para que ajusten su comportamiento de manera que coordinen sus decisiones cuando cambian las circunstancias. Los beneficios no monetarios – la satisfacción obtenida de educar a niños, ayudar a un ser querido, u observar un glorioso atardecer en un lago al norte de Wisconsin – pueden ser poderosos.

La escasez, el coste de oportunidad y los incentivos parecen ser poco más que ideas con sentido común. Pero son ideas poderosas. Una vez entendidas y aplicadas, cambian la manera en que la gente ve las cosas. Hacen de la gente pensadores críticos. Aquellos que han aprendido a pensar como economistas se muestran escépticos ante cualquier propuesta que diga que la cantidad y la calidad de los bienes y servicios pueden incrementarse sin incrementar sus costes. Estas personas saben que todo lo que hacemos implica un intercambio, que las decisiones difíciles no se pueden evitar, y que cada decisión de hacer algo implica el sacrificio de una valiosa alternativa – un coste. Y los que saben de economía entienden que los mercados hacen posible que la gente haga un mejor trabajo resolviendo la mayoría de sus propios problemas a través de la especialización y la cooperación con otros sin detalladas regulaciones y leyes impuestas por autoridades políticas. Sería sorprendente si los políticos estuvieran ansiosos de tener gran cantidad de votantes que pensaran como economistas.

Pero una nación de ciudadanos que sean desconocedores de la economía reduce el coste al que se tienen que enfrentar los políticos cuando dicen que pueden proveer beneficios a coste cero o a un coste menor de lo que es posible. Por supuesto que los políticos pueden disfrazar y posponer el coste de los programas gubernamentales mediante subsidios y déficits, pero esto invariablemente incrementa el coste final que acabamos pagando. La economía básica haría comprender a los ciudadanos que la manera más efectiva de controlar los costes es comparándolos con los precios de mercado para así saber el valor de lo que descartamos cuando tomamos una decisión, en lugar de esconderlos tras engaños políticos.

Los políticos usualmente utilizan consultores que miden la respuesta emocional en “grupos muestrales” al presentarles de varias maneras los argumentos que sustentarán las políticas. Invariablemente las respuestas más favorables y fuertes son a los argumentos que enfatizan los beneficios e ignoran los costes.

Quizás podamos entender mejor el deseo de los políticos en el poder de hacer declaraciones que ignoran la lógica económica si examinamos el contexto en el cual trabajan. Los políticos electos son conscientes que tienen competencia, a menudo muy fuerte. Compiten para obtener la nominación de su partido. Compiten para obtener voluntarios para su campaña. Compiten de nuevo para conseguir un equipo profesional y obtener el apoyo de sus colegas. Compiten por los votos para ser electos y reelectos. Y lo más importante, compiten para obtener contribuciones que hagan posible todo lo anterior.

Para tener éxito en las elecciones los políticos buscan la ayuda de grupos con los que tienen algunos intereses en común. Los políticos de centro izquierda pueden buscar el apoyo de los sindicatos o grupos ambientalistas. Los de centro derecha pueden buscar el apoyo de las grandes corporaciones y organizaciones empresariales. El problema es que, estos grupos de interés, invariablemente tienen un saludable prejuicio por los intereses privados que, a pesar de la retórica del interés público, solo pueden ser sacados adelante mediante subsidios y limitaciones a la competencia mediante el establecimiento tanto de precios como de impuestos más elevados al público en general. Como ya lo advirtió Adam Smith en La Riqueza de las Naciones (1776, p. 145), “Ya es bien extraño que gente del mismo oficio se encuentre reunida, con tal de disfrutar o de distraerse, sin que la conversación acabe con alguna conspiración contra el público, o para hacer cualquier maquinación para elevar los precios”.

Pero incrementar el conocimie
nto económico reduciría claramente la influencia de los grupos de interés y limitaría la habilidad de los políticos de obtener ventajas políticas al transferir los beneficios hacia los pocos a expensas de las mayorías.

Las cosas pueden ser diferentes si los votantes estuvieran mejor educados con respecto a los principios básicos de economía, serían más conscientes del contexto en el cual se desenvuelven los políticos. Reconocerían más rápidamente la concentración de intereses de los grupos de interés y la perversa influencia de estos grupos en las decisiones políticas, y serían menos ingenuos al pensar que cada fallo del mercado, real o imaginario, puede ser corregido aumentando el poder del gobierno. No tienen que estudiar cada tema en profundidad para saber cuándo los políticos y sus clientes con intereses especiales intentan engañarlos. Mientras los votantes tengan más educación sobre economía mayor será la dificultad para los políticos de beneficiarse al implementar malas políticas económicas.

Este artículo tiene como origen «The Journal of Private Enterprise 28(1), 2012, 47–60«. Puedes verlo al completo en el siguiente enlace. El contenido de esta web se encuentra bajo Licencia Creative Commons de Atribución – No comercial 3.0.

La traducción ha sido realizada por parte del equipo de Finanzas para Mortales.

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