¿Por qué las empresas aman a los mercados de capitales, aunque no necesiten capital?

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¿Por qué las empresas aman a los mercados de capitales, aunque no necesiten capital?

14/05/2013 | John Kay – Financial Times Español

El mes pasado Apple recabó 17 mil millones de dólares con su emisión de bonos. No es que necesitara dinero, ya que la empresa actualmente tiene reservas por valor de 145 mil millones de dólares, y los desorbitados márgenes que dan sus productos generan efectivo a una tasa que quizás sólo podría emular un banco central. Apple recabó ese dinero porque su efectivo está en los lugares equivocados y se toparía con el fisco si quisiera repatriar ese dinero a los EE. UU. Esta transacción ilustra la paradoja en la relación actual entre empresas y finanzas. Hay compañías que nunca han tenido tan poca necesidad de capital y, a la vez, están tan ligadas a los mercados de capitales.

En el siglo 19 los ferrocarriles recababan fondos de inversores privados para financiar su costosa infraestructura. Más tarde, las grandes corporaciones manufactureras recabaron capital de una manera similar.

Hoy en día son pocas las empresas, principalmente de energía, que tienen necesidades similares de capital (intensivo) en comparación con aquellas de principios de la era industrial. Un ferrocarril es un ferrocarril, una cervecera es una cervecera, y estas empresas no tienen usos alternativos. Pero ahora el capital es más fácil de intercambiar. La típica empresa moderna opera desde un edificio de oficinas, un taller o un espacio indiferenciado, y es poco usual que la empresa sea dueña de las instalaciones en las que se ubica. Por lo general los empleados de hoy no saben quién es el dueño del edificio en el cual trabajan, o de la mesa en la que están trabajando. No lo saben porque no tiene importancia. Su jefe les dice lo que hay que hacer, no porque sea el dueño de los medios de producción, sino porque ha sido nombrado “jefe”.

Una empresa moderna, como Apple, basada en el conocimiento, externaliza el ensamblaje y tiene poca necesidad de cualquier capital tangible. Una nueva empresa necesitará inversiones para cubrir sus pérdidas operacionales iniciales pero se puede esperar que pase a ser una generadora de efectivo muy pronto en su vida. Si una empresa busca integrarse en un mercado de valores, el propósito sería de proveer liquidez para sus inversores iniciales, o para dar seguridad a sus empleados de que sus acciones en la empresa tienen valor, más que el hacerse de dinero para expandir la empresa. Facebook captó dinero de los inversionistas porque podía, a la vez que admitía que no tenía un destino preciso para él. Todavía usamos la palabra “capitalismo” cuando nos referimos a instituciones de la moderna economía de mercado pero se ha convertido en un término engañoso.

Cuando las grandes empresas acceden a los mercados de capitales, las razones pueden estar más relacionadas – como en el caso de Apple – con ingeniería financiera o la adquisición de activos existentes, que con nuevas inversiones. Sus tesoreros corporativos pueden estar tratando de esquivar pérdidas en la conversión de divisas o con riesgos crediticios o con diferencias en la curva de rendimiento. Generalmente estas actividades tienen poco que ver con las operaciones de la empresa.

Sin embargo, los ejecutivos de las empresas están más atentos a los mercados de capitales que antes. Antes los grandes industriales veían los mercados con desdén. Es difícil imaginar a Alfred Sloan, de General Motors, o a Harry McGowan, de ICI, revisar regularmente el precio de las acciones de sus empresas, menos aún dedicar tiempo de su jornada laboral para cortejar a analistas junior en conferencias para inversores.

Una razón es que ahora los ejecutivos son también recompensados a través de acciones y otros esquemas de remuneración que los motivan a estar pendientes del precio de las acciones. Por supuesto, los gerentes siempre han tenido intereses financieros en sus empresas: Sloan era un accionista mayoritario de General Motors y los accionistas eran mayoritariamente los fundadores y sus familias, los accionistas institucionales eran menos comunes que en hoy día. Pero los incentivos de aquellos ejecutivos estaban relacionados con el éxito a largo plazo de la compañía, no del desempeño a corto plazo del precio de las acciones.

Estas personalidades del pasado nunca imaginaron que sus puestos peligrarían por una OPA hostil. Tanto es así que apenas tenían un sistema de contabilidad, el cual estaba más enfocado a lo interno que a un mercado externo. Por eso la relación de los mercados de capitales con las grandes empresas ha sufrido un cambio fundamental. El gobierno corporativo no es hoy en día un accesorio en la relación entre las compañías y los mercados: el gobierno corporativo, no la colocación de capitales, es la principal actividad económica y social de esos mercados de capitales.

Cuando Apple consiguió capitales, no lo hizo para recabar fondos para su negocio sino para regresar el efectivo obtenido en sus operaciones a sus accionistas. Los mercados de capitales ya no son mecanismos para poner dinero en las empresas, sino para sacar dinero de ellas.

Why business loves capital markets, even if it doesn´t need capital

05/14/2013 | John Kay – Financial Times English

Last month Apple raised $17bn in a bond issue. Not because it needs the money; the company currently has reserves of $145bn, and the eye-watering margins on its products generate cash at a rate that perhaps only a central bank can emulate. Apple is raising money because its money is in the wrong places and it would face tax bills if it repatriated the money to the US. The transaction illustrates a paradox in the modern relationship between business and finance. Companies have never had so little need for capital nor so much engagement with capital markets.

In the 19th century, railroads raised funds from private investors to finance costly infrastructure. Later, large manufacturing corporations raised capital in much the same way.

But only a few businesses today, mainly utilities, have the capital- intensive character typical of those early days of industrialisation. A railroad was a railroad, a brewery was a brewery, and these plants had no alternative uses. But now capital is much more fungible. The typical modern company operates from an office block, a shop or a shed, and it is now relatively unusual for a business to own the premises from which it operates. Employees today generally do not know who owns the building in which they work, or the desk at which they sit. They do not know because it does not matter. Their boss tells them what to do, not because he owns the means of production, but because he has been appointed as the boss.

A modern company, such as Apple, is knowledge-based, outsources its manufacturing and has little need of any tangible capital at all. A new business will need investment to meet its initial operating losses but can expect to become cash generative at an early stage of its life. If the company seeks a public listing on an exchange, the likely purpose is to provide a liquidity event for early-stage investors, or to reassure employees that their options have value, rather than to raise money to expand the business. Facebook took in cash from investors because it could, while admitting that it had no particular use for it. We still use the word «capitalism» when we refer to the institutions of the modern market economy but it has become a misleading term.

When large companies do access capital markets, the reasons – as in Apple’s casemore likely relate to financial engineering, or the acquisition of existing assets, than to new investment. Their corporate treasurers may be trying to make a turn on foreign exchange or on credit risk or yield curve differentials. Mostly these activities are only tenuously related to the operations of the company.

Nevertheless, company executives are far more attentive to capital markets than they were. Great industrialists once viewed markets with disdain. It is hard to imagine Alfred Sloan of General Motors or Harry McGowan of ICI making regular checks on their company’s share price, still less taking time out of their schedules to schmooze junior analysts at investor conferences.

One reason is that executives are now given incentives through share options and other remuneration schemes to attend to share prices. Of course, managers always had a financial interest in their company: Sloan was a major holder of General Motors stock and institutional ownership was less widespread, and family and founder ownership more common, than today. But the incentives of those executives were related to the long-term success of the company, not its short-term share-price performance.

These figures of the past never imagined that their positions would be threatened by unwanted takeover activity. To the extent that they had any mechanism of accountability at all, it was to an internal cadre rather than an external market. And so the relationship of capital markets to big business has undergone a fundamental shift. Corporate governance today is not an incidental feature in the relationship between companies and markets: corporate governance, not capital allocation, is the principal economic and social function of those capital markets.

When Apple borrowed, it did so not to raise funds for its business but to return to its shareholders cash secured from operations. capital markets are no longer mechanisms for putting money into companies, but mechanisms for getting money out.

Copyright &copy «The Financial Times Limited«.
«FT» and «Financial Times» are trade marks of «The Financial Times Limited».
Translation for Finanzas para Mortales with the authorization of «Financial Times».
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