¿Qué consecuencias económicas tuvo la Primera Guerra Mundial?

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Hace 100 años, el 11 de noviembre de 1918, Europa juró surgir de sus cenizas. Tal sería la destrucción generada por el conflicto que The Times la bautizó como “La Gran Guerra”, la más devastadora que, hasta entonces, había asolado Europa. A los millones de vidas de jóvenes perdidas se unió la destrucción civil. Y a esta, el fin de una era. Europa cambiará sus fronteras, y también su peso en la política internacional.

La Primera Guerra Mundial tiene como detonante el asesinato del heredero del Imperio Austro-Húngaro, por el disparo de un joven nacionalista serbio. En las décadas previas, la rivalidad entre las naciones europeas se había canalizado a través de las pugnas imperialistas y un desarrollo tecnológico que jugará un papel clave en el poder destructor de la guerra. En tan solo unas semanas, debido a la red de alianzas entre las principales potencias, Europa en su conjunto estaba en guerra: la Triple Entente formada por Francia, Reino Unido y Rusia se enfrentaba a la Triple Alianza, formada por los imperios Alemán y Austro-Húngaro e Italia. Las alianzas variaron a lo largo del conflicto, como lo hicieron los intereses. Italia, Japón y finalmente Estados Unidos se unirían al bando de Gran Bretaña y Francia; Bulgaria y el Imperio Otomano a los Imperios Centrales. La guerra también tuvo lugar en los escenarios coloniales de Asia y África, alcanzando una dimensión mundial.

El desarrollo de la guerra, su duración, y el desgaste de recursos, puso a prueba las economías de los países implicados. La disciplina del Patrón Oro, que había permitido una fase de gran crecimiento del comercio internacional, fue abandonada para enjuagar las necesidades de numerario del estado, quien actuará de forma más directa en el tejido productivo, llegando a nacionalizar industrias. Las mujeres ocuparon el lugar de los hombres que estaban en el frente en la función pública, en las fábricas y en los transportes; el movimiento sufragista alcanzó nuevas victorias que la historia convertiría en un legado irreversible. También el movimiento obrero creció y con él las demandas sociales.

Economistas, historiadores y politólogos han sentido una especial fascinación por las consecuencias de la guerra. Un joven J.M. Keynes con esta misma frase titulaba un libro en el que volcaba toda su frustración ante el Tratado de Versalles y auguraba terribles consecuencias para Europa ante las excesivamente severas condiciones impuestas a Alemania. La paz dejaba un panorama desconsolado para Europa, que había perdido parte de su capacidad industrial y había pasado de ser la cuna de la industrialización a la gran deudora de Estados Unidos. Para pagar sus deudas, la solución propuesta por Francia, y aceptada por Inglaterra, fue imponer dolosas reparaciones a Alemania. La multa económica venía acompañada de una gran humillación para el pueblo alemán y engendraría la Segunda Guerra Mundial.

España, consciente de su pérdida de influencia en el panorama internacional, mantendría su condición de país neutral durante todo el conflicto. A la pérdida de las últimas posesiones de ultramar en 1898, resultado de la guerra con Estados Unidos, se unieron una serie continuada de problemas y enfrentamientos en los territorios del norte de la cordillera del Riff en los siguientes años. En el interior del país, también había signos que evidenciaban la inconveniencia de embarcarse en un conflicto para el que el ejército no estaba preparado. La agenda del país tenía varios focos abiertos. El sistema político del turnismo – que suponía la alternancia en el gobierno entre el Partido Conservador y el Partido Liberal – gozaba cada vez de menos aceptación, y una creciente dificultad para su implantación debido a la irrupción en el panorama político de los nacionalismos periféricos. Por otro lado, el clima social estaba enrarecido, y aún muy cercana la represión tras la Semana Trágica de 1907. España vio una oportunidad económica en la Gran Guerra, que benefició a unos pocos y provocó a la postre una espiral inflacionista y conflictividad social.

Autora: Susana Martínez Rodríguez – Universidad de Murcia (23 noviembre 2018)

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